Revista Talentos

La culpa es mía

Publicado el 13 noviembre 2014 por Etiperez

La culpa es míaEste texto no es mio, me viene dado y aún así lo comparto porque es el mejor resumen de todo lo que ha pasado, me encantaría adjudicarme la autoría a pesar de ser consciente de que nunca podría haberme expresado tan bien. Se lo he cogido prestado a Poldy Bird para decirle a quién lo lea que lo siento, que toda la culpa es mía por haber inventado todo, por haberte inventado a tí.
LA CULPA ES MIASabía que no ibas a entender nada, que ibas a cerrar la puerta de tu corazón para que no lo turbaran  mis sentimientos, y que no te atreverías a admitir que lo tuyo por mí no es amor, que es una “simpatía” nacida de sensibilidades y gustos parecidos.
La culpa es mía, perdóname. 
No me di cuenta de lo peligrosa que puede ser una mujer que sueña.
Jamás te acercaste demasiado.
Jamás me propusiste nada que no fuera compartir una mesa en un restaurante, una charla alrededor de mil temas sin llegar a profundizar ninguno.
Fui yo la que inventé todo. Te inventé a TI..
Inventé que mi mirada te electrizaba, que mis ojos te parecían hermosos. Inventé que cuando me decías (como dice cualquiera que se despide) “chau, nos vemos”, estabas pidiéndome una cita. 
Inventé que cuando estuve fuera unos meses me habías extrañado como loco. Que querías que volviera. Que te morías por verme.
Inventé que esperabas esas cartas que te escribí. Que las esperabas contando los minutos y las horas y que, al recibirlas, las leías hasta aprenderlas de memoria.

No, no te has reído de todo esto porque no eres de los que se ríen de las personas y
 yo tampoco puedo reírme… porque si en algo nos parecemos las mujeres es en la manía de inventarnos el amor, la historia, el príncipe, el caballo blanco, la capa de Batman, el cofre del pirata, los tesoros de Tutankhamon… En esa manía de confundir los vidrios de una botella rota con diamantes…
Vamos, vamos, ¿cuál de vosotras, compañeras de bando,escuchó realmente a un hombre decir “te amo, no puedo vivir sin ti”?
Nosotras somos las que preguntamos:

-¿Me quieres?  
Y ellos responden: -Mjú.
-¿Podrías vivir sin mí? -Mjú.
-Cuando no estás conmigo, ¿me ex­trañas? -Mjú.
-¿Pensás en mí?  -Mjú.

Y absolutamente todas las veces traducimos el “Mjú” de acuerdo con nuestro invento: 

“Sí, te amo”, “No puedo vivir sin ti”, “Cuando no estoy contigo se me parte el corazón”, 
“Pienso todo el tiempo en ti”.

Por supuesto, la traducción al idioma “mujer” no tiene nada que ver con lo que 
ellos dicen en su idioma “hombre”, juro que haré un curso intensivo para equivocarme menos, sufrir menos y ajustarme más a la realidad, entretanto, tendrás que aceptar mis disculpas por haberte puesto en una situación tan delicada.
Tu querías tener una buena amiga para que escuchara con atención todos tus problemas y tus confidencias, y yo entre­vesé los papeles y cambié los roles.
Lástima que no me frenaste a tiempo. 
¡Qué digo!
Los hombres nunca frenan nada, nunca ponen punto final,  sino que quieren poner puntos suspensivos. Los hombres no saben cerrar del todo la puerta: -dejan siempre una rendija… por las dudas y no saben decir “basta”, “nunca más”, “eso no es lo que yo siento (o busco, o an­helo… o)”………….sus “adioses” no son del todo adioses, los “siempres” no son siempre y los “nuncas” no son nunca.

Mjú – Ni – So. 

Pero entendí. ¡En-ten-di!
No te preocupes por mí. No te culpes por nada y no temas: no tendrás que responder preguntas ni aclarar, ni darme explicaciones. Ninguna molestia.
Eso sí, me llevo la capa de Batman, los tesoros de las pirámides, los poemas de amor de Neruda y toda la magia que le inventé a tu persona.
Amigos no vamos a poder ser… porque los amigos que tengo tuvieron la valentía de no dejarme espacio para fantasear. No, claro que no, amigos no vamos a poder ser porque en todo este tiempo se le hizo una herida a mi "cuore" y tu sabes que esas marcas no se borran y que cada vez que te mire me va a dar vergüenza.

No, no podría ser tu amiga porque me da un escalofrío cuando me tomas el brazo para cruzar la calle y se me entornan los párpados de emoción cuando te miro a los ojos.
No te preocupes por mi causa.
Para algo me sirvió esta experiencia “unilateral”:  me hice el firme propósito de no poner en boca de un hombre palabras que no haya pronunciado completa y rigurosamente.
No tendré en cuenta abreviaturas, exclamaciones, interjecciones fuera de contexto.

Haz de cuenta que una noche soñé contigo. ¿Qué culpa tiene alguien de aparecer en el sueño de otra persona? ¿A qué lo com­promete, a qué lo obliga?
Haz de cuenta que te conté el sueño y los dos nos reímos. Y ahí quedó todo. 

Cuando nos crucemos por la calle, no nos detengamos, digamos al unísono: “chau, nos vemos”, que traducido a la realidad ahora sé que quiere decir: 
- “chau, jamás nos llama­remos”.
Entretanto te digo: -chau… nos vemos… 
Perdóname, espero que ahora sí entiendas.

                                               


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