La cultura milenaria y el azucarillo

Publicado el 21 abril 2013 por Nmartincantero

“Caminas por las calles de Hong Kong, entre centelleantes anuncios de neón, hipermodernos edificios y multitudes apresuradas. Casi sin darte cuenta, apareces en el templo de Man Mo. Las espirales de incienso arden día y noche para proporcionar felicidad, salud y fortuna. El humo se filtra entre los rayos de sol, creando un ambiente lánguido y apacible. Te relajas, piensas que estás en el lugar más exótico que pueda existir, en la cultura milenaria que hay detrás de este humo y en cómo la niebla difusa desvanece las malas vibraciones. Observas ascender las nubecillas hacia el sol, como las burbujas de un buceador, y tu interior se siente tranquilo y sereno. Vuelves a las calles, y allí te esperan las tiendas de Chanel, Christian Dior, Louis Vuitton. La cultura milenaria es tan dura y frágil como un azucarillo”.

El templo de Man Mo.

En Hong Kong, donde he pasado los últimos días, me he sentido como Paco Martínez Soria con la gallina debajo del brazo. Esta ciudad vertical, fashion y ultramoderna fascina y aturde. Si miras mucho hacia arriba, además de dolor de cuello te sale como un picor en el cuerpo al sentirte tan alejada, lo más alejada posible, a millones de años luz, de tus ancestros. O, en versión cursi, de la naturaleza que te dio  vida. Estás en un lugar íntegramente dedicado a la imagen y al consumo. O, mejor dicho, uno esos no lugares:

"El no lugar se identifica con el espacio de tránsito dominante en las sociedades ´sobremodernas´, que desplaza la hegemonía del ´lugar antropológico´, fijo y estable, sede de la identidad y la subjetividad tradicional moderna (…). El sujeto de la sobremodernidad está obligado a resituarse ante un mundo siempre extraño y siempre en exceso".

De compras. La foto está tomada de aquí.

Cierto es que en este no lugar aparecen de tanto en cuanto imágenes que chocan. Como si una película del Oeste incluyese imágenes de la sección de congelados de El Corte Inglés.

Me refiero no sólo al templo de Man Mo que mencionaba más arriba; también a esas tiendas que venden cuernos de ciervo o nidos de pájaro, entre otros remedios de la medicina china que tienen un punto cercano a la brujería. O a esos rascacielos emblemáticos diseñados de acuerdo a los principios del feng shui.

Es el caso del edificio del banco HSBC, cuyo diseño, a cargo de Norman Foster, costó más de 1.000 millones de dólares. El edificio tiene un voladizo, de forma que se puede pasar por debajo: esto es algo necesario, según el feng shui, ya que el centro de poder de la isla, situado al norte del banco, debe ser accesible en línea recta desde el principal punto de entrada a la isla. También el edificio del Banco de China está diseñado siguiendo esta disciplina. Una torre afilada de 300 metros para que la buena suerte supuestamente procedente de los cielos le llegue antes que a sus rivales más bajos.

Así que, después de todo, puede que la cultura milenaria aguante el tirón, aunque para ello tenga que cotizar en el Nasdaq.