Revista Talentos
"¡Todo en orden!", dijo el asistente, dándole la señal al operador. Las puertas del invernadero se abrieron. La góndola se puso en marcha e inició el sinuoso recorrido. El olor a hojas de pino y musgo incendió los pulmones de los enfermos. Cuando llegaron al final del bosque, estaban curados.