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La curiosa historia de los centenarios tacos (de pared)

Publicado el 20 febrero 2011 por Ballesterismo
La curiosa historia de los centenarios tacos (de pared)Este pequeño y no por ello menos magnífico objeto celebra su cumpleaños, y cumple nada más y nada menos que ¡100 años! Creo que un invento tan socorrido como este se merecía una mención para que todos supiéramos un poquito más sobre quien o quienes hicieron que esta "herramienta" llegara hasta nosotros.
Pues bien, como hemos dicho anteriormente, 100 años atrás, en 1911, el ingeniero británico John Rawlings patentó el invento. Su curiosa historia comenzó cuando le propusieron el reto de enganchar unos accesorios eléctricos (apagadores) en las paredes del Museo Británico, pero de tal manera que no deteriorara las paredes y que se notara lo mínimo posible.
Hay que mencionar que hasta esos días, colocar una tubería, apagadores o lámparas en una pared o un techo, era prácticamente una obra de albañilería. El procedimiento comúnmente empleado consistía en hacer un tremendo boquete con cincel y martillo, a fin de lograr un agujero del tamaño suficiente como para colocar un bloque de madera; trozo que luego era cubierto con más yeso o cemento para dejarlo firmemente sujeto.
Una vez que se tenía esa base, entonces podía clavarse o atornillarse sobre ella el dispositivo que se deseara. Claro que si el peso era mucho o el tiempo pasaba y se deterioraba la madera, había que renovar la obra comenzando desde el principio. Lo chistoso es que más de algún desesperado trabajador optaba por colocar trozos de madera cada vez mayores, con la esperanza de que la resistencia aumentara en la misma proporción.
Visto este mecanismo, os podéis imaginar que los administradores del edificio estaban al borde de un infarto con sólo pensar en los boquetes que tendrían que hacerse en el magnífico Museo.
Con algunos conocimientos de física clásica y mucho de experiencia personal, John Rawlings pensó: “lo que necesito es un ancla y eso lo podría lograr si el material se expandiera.” Y es que cuando enfrentamos un problema de fuerza, la tentación inmediata es recurrir a más fuerza. Algo así como el dicho que afirma: “Según el gato es la pedrada.” No hay duda de que muchas veces vale más maña que fuerza. Esa fue la estrategia seguida por Rawlings.
Lo primero que pensó fue que la presión ejercida sería mayor si el agujero en la pared tuviera el menor tamaño posible. Luego se le ocurrió que la dureza del material, en este caso la propia madera de los tacos tradicionales, no le permitiría expandirse como para anclar lo suficiente en los tabiques.
Dándole vueltas y más vueltas en la cabeza, ideó que en un agujero pequeño, que casi no dañara las paredes, sería mejor utilizar un material suave y deformable que se ajustara al reducido espacio. Así pues, rompió con un mito y en lugar de intentar usar bloques más grandes de madera o de maderas más duras, optó por usar algo tan suave como la fibra vegetal con que se hacían los costales o sacos: el yute.
En este punto apareció un problema, que consistía en cómo introducir un hilo y acomodarlo de tal manera que al meter el tornillo se lograra el anclaje por expansión. Esto fue resuelto cuando se le ocurrió pegar con cola varias de estas fibras, dejando un agujero en el centro de ellas.
Finalmente, quedaron tan contentos en el museo y tan sólidamente instalados los equipos, que John Rawlings decidió producirlos masivamente para su venta. Durante un tiempo, recorrió pueblos y pueblos con su carroza, haciendo demostraciones de como un taco podía sujetar mejor sus platos en la pared que un gran taco de madera. El éxito no tardó en llegar, pero como su invento, aunque ya estuviera patentado podría ser copiado por cualquiera, tuvo que trabajar en mejorar su diseño.
Así fue como aparecieron unos tacos metálicos expansivos, especiales para cemento. Pero el máximo logro, por su economía, rendimiento y facilidad de producción, fueron los modernos tacos de plástico.
Con un material de estas características podían modelarse de manera mucho más simple. Una punta hendida hacía mucho más fácil la deformación para anclarse, y además se les dotó con dientes que aumentaban el agarre al orificio en el que eran colocados.
Para terminar, podéis ver en la siguiente foto los cinco primeros modelos diferentes, pero del mismo tipo, y el sexto, que lleva un cáncamo. Fijaos que al dar vueltas la rosca que lleva el cáncamo, tirará hacia atrás de la pieza de latón (amarilla) que se ve abajo, chafando y expandiendo el plástico dentro del agujero.
La curiosa historia de los centenarios tacos (de pared)
Extraído de http://sepiensa.org.mx apoyado por http://www.cosmocax.com La curiosa historia de los centenarios tacos (de pared)

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