AÑORANZA
La de los días de lluvia no tenía nada que ver con la de los días claros y soleados.
Era mucho más amplia, los ventanales duplicaban los de la otra estancia y las vistas a ese mar insólito culminaban en un torrente de luz proveniente del faro próximo.
Un velero dentro de una botella sobre la chimenea apagada era toda la ornamentación que poseía. Eso y un timón justo ante el ventanal.
En su mecedora y con su impermeable amarillo, el viejo capitán seguía dando las instrucciones precisas a sus fantasmas.
LA PROFE
La de los días de lluvia es impermeable.
La de los días fríos es de lana.
La de los calurosos es sedosa.
La ropa varía según el clima y la época del año y nosotros actuamos también diferentemente.
En días de lluvia bajamos la cabeza, en días fríos la metemos entre los hombros y en verano súper levantada intentando tomar aire.
Y eso a que venía. Pues que para vosotros hoy es día lluvioso, cuando lleguéis a casa bajáis la cabeza, que mañana tenéis examen.
UN ADIOS
La de los días de lluvia es una cara amarga, triste y cabizbaja.
Bajo mi paraguas camino rápido intentando llegar a mi destino lo antes posible.
Los taxis parecen ocultos.
Las marquesinas de los autobuses repletas.
Nadie se entretiene en mirar los escaparates.
En el paso de peatones un coche me salpica y cala mi ropa.
En la puerta de casa, piso la baldosa hueca y el agua penetra en mis zapatos.
Subo a casa, no hay nadie. Sólo una nota en la mesa de la cocina.
La leo, la doblo. Mi alma está también llorosa.