Escasos son los meses que han transcurrido desde que el actual gobierno cogiera los mandos de la nave española. Escasos pero muy intensos, en los cuales se han ido sucediendo reformas-ajustes-reordenaciones-recortes, escoja usted mismo el término que más le guste. Lo cierto es que chocan frontalmente con el discurso que mantuvieron durante los años en los que estaban en la oposición. Rápidamente hemos pasado del "empieza el cambio" al "donde dije digo, digo diego". Cuentan los más viejos del lugar, que les escucharon hablar de la existencia de unas líneas rojas que jamás cruzarían... Al igual que antes otros aseguraron ver brotes verdes. Finalmente, ni una cosa ni la otra; los brotes verdes en verdad eran amarillentos y las líneas rojas se han sobrepasado por completo.
Para terminar de ilustrar este fotomontaje os adjunto un artículo escrito por Juan José Millás titulado "Un sindios".
Desde que los ministros de Rajoy, en especial Montoro y Ana Mato,
decidieron explicar didácticamente los porqués de la demolición del
Estado, entendemos las cosas mucho mejor. He aquí un resumen, claro como
el agua, de sus argumentos: Se pone precio a la sanidad para que
continúe siendo gratuita y se expulsa de ella a determinados colectivos
para que siga siendo universal. Se liquidan las leyes laborales para
salvaguardar los derechos de los trabajadores y se penaliza al jubilado y
al enfermo para proteger a los colectivos más vulnerables. En cuanto a
la educación, ponemos las tasas universitarias por las nubes para
defender la igualdad de oportunidades y estimulamos su privatización
para que continúe siendo pública. No es todo, ya que al objeto de
mantener el orden público amnistiamos a los delincuentes grandes,
ofrecemos salidas fiscales a los defraudadores ambiciosos y metemos
cuatro años en la cárcel al que rompa una farola.
Todo este programa
reformador de gran calado no puede ponerse en marcha sin mentir, de modo
que mentimos, sí, pero al modo de los novelistas: para que la verdad
resplandezca. Dentro de esta lógica implacable, huimos de los
periodistas para dar la cara y convocamos ruedas de prensa sin turno de
preguntas para responder a todo. Nadie que tenga un poco de buena
voluntad pondrá en duda por tanto que hemos autorizado la subida del gas
y de la luz a fin de que resulten más baratos y que obedecemos sin
rechistar a Merkel para no perder soberanía. A no tardar mucho, quizá
dispongamos que los aviones salgan con más retraso para que lleguen
puntuales. Convencidos de que el derecho a la información es sagrado en
toda democracia que se precie, vamos a tomar RTVE al asalto para
mantener la pluralidad informativa. A nadie extrañe que para garantizar
la libertad, tengamos que suprimir las libertades.