Pero también es cierto que esta plataforma da cabida a todo aquel que quiera subir un libro y desee empezar una carrera literaria solo por el mero hecho de estar sin otra ocupación. Sí, así es. En más de una ocasión me he encontrado en la red biografías de escritores en las que, sin pudor ninguno, confiesan, como si fuera un mérito, que después de llevar años en paro se ponen a escribir un libro. Y después pasa lo que irremediablemente tiene que pasar, que no hago nada más que borrar, borrar y borrar libros que he descargado y pagado, lo que me lleva a sentirme como si me hubieran estafado. Porque, querido amigo escritor, no vale con unir palabras, no vale con escribir algo parecido a una historia y que te sientas orgulloso con ello, no, esta claro que no. Para presentar un libro a un público lector, hay que saber narrar lo que se quiere contar. Hay que saber describir los personajes, paisajes, tener algo más que un mínimo de conocimiento ortográfico. Sería acertado pensar que para eso existen los correctores que pulen los textos, pero hay veces en las que el corrector se encuentra con algo parecido a un manuscrito y no sabe por dónde empezar a corregir. ¿Por el principio? Ojalá fuera tan fácil...
No han sido ni una ni dos ni tres las ocasiones en las que he escuchado la misma cantinela: «las editoriales solo apuestan por lo seguro», «las editoriales no quieren autores noveles», y bla, bla, bla, bla, pero ¿alguien se ha preguntado el motivo de ello? Una editorial es ese intermediario que apuesta su dinero para que el libro salga a la venta, asumiendo todos los gastos que eso conlleva (o así debería ser, al menos) y obtener beneficios con ello. Entonces, si sabemos el rol de cada uno, lo más normal es ponernos en el lugar del otro y tener claro lo que se juega cada uno. Y ¿qué es lo que se juega el autor? Pues algo muy sencillo y valioso. Una reputación que hará que el siguiente libro quede en un cajón o en el caso de editarlo él mismo, quede perdido entre los miles que hay disposición del lector en la red. Lo que le provocará resquemor al ver su ilusión frustrada.
Y ¿por qué en detrimento de otros? Porque una persona que compra un libro de un autopublicado y se encuentra con algo sin pies ni cabeza terminará por aparcarlos y no confiar en ningún otro.
Y aquí es donde está la razón del título de este artículo, sí, la destrucción masiva de lo que en verdad debería estar en un lugar más alto del podium literario y no en un peldaño inferior al que merece. ¿Acaso la literatura está perdiendo calidad? ¿Es la autoedición la opción del escritor rechazado? Tal vez sí, tal vez no. Otro factor que conduce a esta forma de publicación es la mala gestión por parte de algunas editoriales. Contratos incumplidos, malas condiciones que son aceptadas por un escritor ingenuo y confiado, errores en el producto final que empobrecen la imagen del escritor... podría seguir diciendo más circunstancias, y todas ellas encaminan hacia el mismo sitio. Un lugar en el que no todo debería estar permitido. Los filtros de calidad tendrían que estar ahí también, porque no todo vale, pero sí afecta a todos.
He observado con cierta incredulidad, no más que desconcierto, el sorprendente incremento de la creación de editoriales que apuestan por los autores menos conocidos, hasta ahí todo sería perfecto, aunque a la hora de la verdad son estas las que terminan estropeando una buena obra. Una pésima corrección, una maquetación de espanto y una portada que asusta más que atrae, amén de otros errores en la edición del libro que terminan, no solo por cabrear al lector que se siente defraudado, muy lógico por otra parte, sino que también acaba con una reputación que el autor intenta conseguir a base de buen trabajo.
Es fácil ver cómo encontramos de todo desde todos los puntos de vista. Entonces, ¿edición convencional, autopublicación? Decantarse por uno u otro no es fácil. Hay aspectos que hay que tener en cuenta con la auto ya que no es nada fácil ni barato llevar un libro hasta las estanterías de una librería. Y con una publicación tradicional no siempre es fácil dar con la buena editorial que de verdad apuesta por un nuevo autor. Pero, haberlas, haylas. Quizá sea cuestión de buscar bien, no dejarse adular con halagos que regalan el oído y sobre todo, leer concienzudamente el contrato editorial que nos presenten antes de firmar.
Difícil el camino emprendido por un escritor que hace de su pasión un auténtico arte, pero creo que al final todo tiene su recompensa. Trabajo, esfuerzo, dedicación y constancia terminan por dar sus frutos, tanto para el escritor como para el editor.
No quiero despedirme sin una llamada a la atención tanto a editoriales como escritores:
Es fundamental revisar una y mil veces (si fuera necesario) la obra que queremos presentar al lector, porque de este último depende el éxito o fracaso del trabajo. De nada sirve un «así está bien», ha de quedar perfecto, ya que solo de este modo el triunfo estará asegurado.