La dimensión ética

Publicado el 24 enero 2008 por Omra
El grito Edvard Munch
La razón esencial el hombre, estriba fundamentalmente en su compromiso y su responsabilidad hacia la potencialización del desarrollo desde una perspectiva ética. Dicho compromiso no ha de ser una mera palabra sino la de una praxis permanente. Una reflexión que muchas veces se pasa por alto cuando se ha de establecer una relación comunicacional, profesional o laboral. Pocos son los llamados a liderar las huestes de la ética, una palabra venida a menos gracias a la contemporaneidad, que la ha sumido en el relativismo y la mediocridad. Cuando se asume ese liderazgo desde una dimensión crítica o activa se le amedrenta, o simplemente se silencia.
El compromiso ético es consustancial con el desarrollo de una profesión, una actividad, o un oficio, cualquiera que esta sea. Una actitud vital e indispensable para el crecimiento social e histórico de una sociedad, sin embargo, ante el advenimiento del mercado global, las condiciones éticas han sido sustituidas por el consumo y la mediatez. Basta tomar como ejemplo cualquier actividad profesional donde el compromiso esta supeditado al otro, a comprenderlo, a abonar el terreno para su bienestar social, económico, cultural. Estas características intrínsecas a la ética han sido, con el correr del siglo XX y la llegada del Siglo XXI, sustituidas por la inercia, la alienación, el mercadeo desaforado de la actividad laboral y profesional. Ya no hay el compromiso en las grandes ciudades, de la busqueda de la verdad, la honestidad, principios elementales que hacen del hombre un mejor ser humano, aunque suene redundante. Este despliegue de indolencia generado por la ausencia de compromiso ético y moral ha tocado diferentes campos como la medicina, la ciencia, la política y la cultura. Lo que importa es como generar mayores utilidades económicas a titulo individual, en detrimento del colectivo social humano. A esta falta de compromiso, se le ha bautizado como corrupción, una especie de lubricante que hace funcionar el sistema, so pena del desgaste que esto pueda generar en el orden social, político y cultural y por ende en el factor humano.
La ética está separada de la política y de la ciencia y estamos en capacidad de aseverar que vivimos más la cosmética que la ética. Como estamos en un tiempo en el que los absolutos están tan desacreditados (de igual forma se podría predicar del logos y del ethos), el hombre (o los hombres) han caído en la actitud nihilista, sobre todo en Europa y el mundo anglosajón. Sin embargo la crisis de paradigmas, la desaparición de los referentes políticos y religiosos, no ha dejado de afectar profundamente a esta parte de la humanidad que es Latinoamérica. Nuestros pueblos viven una acumulación de crisis irresolubles a la vista de quien intenta superarlos. Cuando se quiere ser moderno el tiempo de ser concluyó y nos acontece que estamos en la tarde de un día que ya pasó y la noche que llega.
Pero igual, el derrumbe, el crepúsculo de los ídolos se nos presenta. Carecemos de verdad y fundamento (la noción de verdad ya no subsiste y el fundamento ya no obra, pues no hay ningún fundamento para creer en el fundamento, ni por lo tanto creer en el hecho de que el pensamiento deba "fundar", dice Vattimo.
LOS REYES Y BUFONES UN PARADIGMA DE UNA SOCIEDAD EN CRISIS.

La ética como razón de ser del hombre ha dejado de existir, así como los lineamientos que propugnan por una sociedad justa y equitativa, gran falacia con la que hemos convivido y por la que hemos sacrificado miles de vidas humanas, ha entrado en un proceso crítico de desgaste retórico Aunque suene grotesco, nuestra sociedad ha establecido durante el Siglo XX unos parámetros ligados al principio de la igualdad social, dando como resultado una de los más grandes sofismas.
Desde los lineamientos de la Revolución Francesa que permitió considerar la igualdad como unos de los derechos inalienables del ser humano, hasta nuestros días, hemos convivido con la creencia y se ha luchado por ella, que los hombres son iguales desde una concepción filosófica, antropológica y sociológica, cuando la realidad histórica ha demostrado que en el mundo ha persistido la lucha de contrarios. Una realidad muchas veces cuestionada y tamizada bajo otros adjetivos. La política con sus argucias utiliza estos argumentos para mantener los sistemas sociales, las doctrinas religiosas plantean en sus manifestaciones litúrgicas la creencia de la pobreza como camino al cielo donde por fin todos seremos iguales. El arte y la cultura subvierten los criterios de igualdad desde una concepción romántica a veces ecléctica o llegan al hiperrealismo. Variantes de una misma situación, mientras exista el hombre aparentemente moderno, siempre existirán reyes y bufones. La tradición Judeo Cristiana desde sus inicios y lo largo de los siglos, es una de las que manifiesta dentro de sus principios los criterios de igualdad, cuando es evidente que en sus preceptos y en la práctica la discriminación sexual es evidente, más aún en el género femenino, donde existe por demás exclusión histórica. Y la lista continua, por lo tanto hay que considerar como el homo eticus dejo de existir en la medida en que fue creciendo el homo economicus y la desigualdad, elemento permanente de la condición humana, se acrecentó.