La vuelta al cole empieza con Obama decidido a bombardear Siria, aunque todavía no tenga claro cómo ni cuando. Si hasta el jefe del mundo duda no sé porque no deberíamos hacerlo los demás, eso que llaman la opinión pública. Me parece interesante que algunos educadores estén dando su opinión sobre este asunto en las redes, en tanto que educadores. Creo que si la educación social quiere pintar algo en el siglo XXI va a tener que mojarse en más temas de los que supuestamente le competen. Si hemos quedado en que ya todo es global, la educación social también tendrá que salir de su ensimismamiento y decir qué aporta a temas globales y transversales a lo suyo, igual que hace la psicología, la filosofía o la ciencia, de las que se nutre. Será interesante descubrir entonces si más allá de las respuestas oficiales (las de los colegios profesionales, por ejemplo) se oyen voces discrepantes sobre diferentes temas: ¿Por ejemplo, se podría defender que hay guerras o intervenciones justas, o es un anatema y la educación social es pacifista por definición? ¿Leeremos algún día a educadores sociales defender alguna decisión tomada por el PP o que coincida con él o la educación social lleva el antipepeismo en sus genes? . Yo espero que sí, que nos atrevamos a argumentar y a justificar más allá de los clichés y del sentir de la mayoría.
En la misma linea, veo positivo todo el debate que se ha generado a partir del artículo de opinión de la señora Tina Vallès, titulado "Els nens desamparats". Es cierto que el artículo está lleno de imprecisiones, errores ("no hace falta que haya pruebas de la desatención", se dice en el artículo. Falso) y está escrito en un tono entre peliculero y apocalíptico ("solo quiero avisaros que os pueden quitar el hijo, sin aviso previo, si sospechan que podría pasar alguna cosa que no fuese buena para él" dice Vallès. Falso también). De hecho la autora ya ha reconocido posteriormente que generalizó a partir de un caso (ese creo que ha sido su principal error), que quizás no fallen los protocolos sino las personas a la hora de aplicarlos (algo que no dice en el articulo), que ella es filóloga y no una especialista en el tema (se nota, aunque eso no la exime de no haberse informado mejor) y que ha tomado partido (eso no lo dice ella, lo digo yo) por un amigo suyo, lo cual es totalmente comprensible, pero le ha restado, como se ve en su relato, rigurosidad e imparcialidad. Dicho esto, no hay que rasgarse las vestiduras. Los servicios y los profesionales que nos dedicamos a esto tenemos que estar abiertos y atentos a la crítica. Y esta de la señora Tina Vallès, aunque mal fundamentada y poco rigurosa, es una oportunidad para reconocer aquello que tenemos que mejorar en un asunto tan delicado como este. Aunque entiendo y comparto la indignación de muchos profesionales, a veces tenemos la piel muy fina. En este asunto, como en tantos otros, no todo lo hacemos bien y hay aspectos cuestionables y mejorables: desde la gestión semipública de los centros, pasando por los protocolos de desamparo, los indicadores de riesgo o el trato a los presuntos padres negligentes. Como me dijo una señora una vez en una entrevista: " lo cortés no quita lo bailao".
Vuelvo con ustedes el 18 de septiembre. Estaré un tiempo descansando. En el terreno profesional lo que queda de año me traerá tres cosas: 1. Un libro, Educador social en Alaska, (editado por la editorial UOC y con el DVD de la obra de teatro), 2. Una obra de teatro, con tres actrices, que se estrenará, si Dios quiere, en diciembre en el Almazen y 3. Mi participación en un posgrado sobre centros residenciales que está a punto de arrancar.
Nos vemos dentro de unos días, mientras tanto tengan cuidado ahí fuera.
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