La ciencia ficción es el territorio del destino humano. Podemos alcanzarlo con la mirada puesta en ese futuro de ciudades abiertas al Cielo (como si dichas ciudades fueran reflejos del mismo) o hallando las claves escondidas en la tradición del mundo antiguo, siempre imaginando cómo sería un estado colectivo que satisfaga nuestro ensueño. El factor común es la aceleración del desarrollo tecnocientífico que se convierte en una imagen hiperbólica del progreso, pero lo que de forma constante revitaliza al género es su variedad de escenarios desde los cuales proyectar una visión pesimista o esperanzada. Revivamos ahora el escenario de Planet of the apes, cuya aventura comienza con una amarga crítica a la especie humana por parte del cínico y escéptico doctor George Taylor. Se ríe del patriotismo, del orgullo y de la vanidad humana, y espera que el viaje le conduzca hacia algo mejor que la humanidad conocida. Y entonces es cuando se ve enfrentado a un mundo al revés, donde los simios gobiernan a los humanos. A partir de ese momento la película adquiere un fuerte carácter onírico; como una pesadilla del subconsciente de Taylor que le devuelve su propia moneda. Si Taylor se mofaba de la vanidad humana, ahora es él mismo quien se siente herido en su orgullo, haciendo gala de esa vanidad de ir en busca de mundos mejores que finalmente le hace prisionero del lugar del que procede y del que nunca podrá salir aunque esté a millones de años luz de la Tierra. En cuanto a radiografía del individuo, la película de Franklin J. Schaffner ofrece muchos matices. Es en la idea de proyecto colectivo (el de la Ilustración y la tecnociencia) donde rompe los diques que preservan la corrección ideológica o política para formular el más aberrante y decidido alegato en favor de la Tradición y contra el progreso moderno. El llanto final de Taylor ante las ruinas de la zona prohibida certifica la autoridad de su simiesco antagonista el doctor Zaius. Las prohibiciones y los dogmas codificados en los textos de la antigüedad ya no serían solamente fruto de la superstición o de la sed de poder, sino de un riguroso conocimiento de los peores defectos de nuestra especie, de los territorios que es mejor no conocer o probar. Codificados por la sabiduría de unos pocos para prevenir a la humanidad, siempre desbocada y salvaje cuando emprende las hazañas colectivas.
Recientemente ha llegado a las carteleras una película que ha sido publicitada como "precuela" de este viaje perturbador pero que en realidad ha resultado ser muy inofensiva y poco relacionada con aquel. Rise of the Planet of the Apes es otra vuelta de tuerca a la lucha del hombre contra el animal, la avaricia y los peligros de la ciencia, actualizando contenidos y banalizando cualquier premisa científica o filosófica presentes en el original. Los primeros planos ya avisan sobre sus verdaderas intenciones, y es de Jurassic Park y sus secuelas de quien copia espíritu, acción y estructura. Dicho sea de paso, la película hubiese sido mucho más sobrecogedora si en vez de un grupo de monos - y atendiendo a ese ecologismo de zoo que la inspira - hubiesen utilizado a una manada de tigres humanoides sembrando el pánico en la ciudad y reivindicando su derecho a ser libres.