La estampación

Publicado el 16 abril 2012 por House

      Lleva lloviendo durante varios días. Da la sensación de que regrese el invierno, las bufandas y los abrigos. Pero estamos en primavera, y, por eso de estar en primavera, el personal anda exaltado, nervioso, polémico y hasta torpe. La sangre está alterada. Y la verdad no es para menos. 
   Observo que durante unos días sólo me tropiezo con i… Irresponsables de sus compromisos y obligaciones, que luego pretenden ir de cándidos; inútiles que, portando ropajes de corderos degollados, son auténticos lobos y buitres carroñeros; imbéciles que se creen que el mundo gira porque ellos forman parte del cosmos y sólo se mueve el universo gracias a ellos; idiotas que vocean a los cuatro vientos estupideces sin sentido ni ética; impresentables que beben a diario en las fuentes del palanganeo del puticlub de barrio. En fin… un ambiente agradable para cualquier burdel que se precie.
   Y para colmo el desayuno del fin de semana. Partiendo de la base de que cada hijo de vecino tiene una vida privada, la verdad es que determinadas personas no pueden tener vida privada porque sus responsabilidades van mucho más allá de su intimidad. Hasta ahí nada que objetar. Pero el problema es otro. Esas personas, cuya vida se desarrolla en torno a una apretada agenda y a un inmenso tropel de personas a su alrededor que son las que llevan la batuta de su vida, no están exentas de un desliz o de un tropiezo. Son humanos, pero precisamente por esa humanidad, es lo por lo que sus alrededores más próximos deben estar ojo avizor y adelantarse a los acontecimientos. Una mentira piadosa, vale mucho y poco cuesta, reza el refranero. Tomen nota. Es sano disfrazar la realidad si con el propio antifaz logramos que los aludes mediáticos, propagandísticos, ácidos y peleones no nos caigan sobre nosotros. A veces, es preferible disfrazar la realidad si con ello logramos un hito positivo en nuestra vida o en nuestro entorno. ¿Qué ha pasado? Se hicieron las cosas, y ahora hay que escuchar sandeces, majaderías, simplezas y despropósitos. Antes de hablar es oportuno pensar qué se va a decir y cómo. Es saludable. Aunque a veces sea latoso.
   Sólo se ha echado leña al fuego. ¿De qué sirve? Para devaluar la imagen, de por sí, últimamente, bastante despreciada. Flaco favor hicieron aquellos que no supieron estar a la altura porque ahora hay que salir del charco del que lo metieron y, a ser posible, sin mancharse más de lo que ya nos hemos manchado. 
Hablando de manchas, los ciudadanos son los dueños de las democracias parlamentarias. Ellos te aúpan al poder, pero también entierran tu trayectoria política; máxime, en unos tiempos en los que está cayendo una buena. No me sirve parar a mitad de camino, y volver la vista atrás para culpabilizar a quiénes dejamos atrás. Esa actitud destila cobardía por doquier. Aquellos que gozan de la confianza del pueblo deben ser sensatos en sus comportamientos, dado que de lo contrario rozan la necedad más patológica. A las pruebas me remito. No vale eso de donde dije, digo… ¿Qué esperan, que vitoreemos la retahíla de imbecilidades que últimamente se escuchan desde ciertos despachos? Gobernar es una virtud; desgobernar, la realidad más innata.
   Nadie llega con la lección aprendida. Parafraseando a Machado, se aprende haciendo camino. Pero una cosa es aprender, y hacer camino, y otra muy diferente es adoptar decisiones pueriles, estériles, impopulares y babosas aludiendo escusas bananeras. Hay que gobernar. En caso de no saber, lo prudente es retirarse a tiempo, dar paso a quiénes saben de estas artes. Lo necio es lo que veo en mi entorno, y enel de otros millones de personas. 
   De igual modo que resulta amanerado, estúpido y cretino observar lo que se percibe en ciertos parajes. No es consciente de la forma en que habló la ciudadanía, con desconfianza, acritud, desinterés, y apatía. Pero da la sensación de que no va con él. Continua sintiéndose el Principe de Zamunda. Como el perro del hortelano… ¿Acaso se acordará de cuál es el camino por el que llegó? Sería importante recordárselo para que lo recorriera en sentido inverso. Pero esta vez, definitivamente.