La F1 y México, desencuentro amoroso

Publicado el 18 mayo 2011 por Martinherzog

Resulta que en ocasiones uno se encuentra perdidamente atraído por un concepto, por un icono, un edificio, una mujer, un deporte, una afición, una tendencia filosófica, una ciencia. Cierto es que dicha atracción rara vez suele ser entendida por los demás, aunque generalmente es aceptada y asumida como parte del pack en el que vamos metidos los individuos.
No creo que sea necesario poner ejemplos, pero me viene uno a la mente, y lo pondré, si no les molesta. Recuerdo un western (no recuerdo el nombre, perdón), en el que el protagonista quería ir a la tierra prometida, perdida en algún lugar del inexplorado far west. Era su sueño y emprendió el viaje, con su mujer y su hijo pequeño. Los peligros del trayecto fueron muchos, y una vez solventados, llegaron a su destino, a su particular El Dorado, un secarral por el que pasaba un arroyuelo con un hilillo de agua, sin árboles y con tribus de indios rondando por la noche. Aun así, el lugar estaba idealizado en su alma, y lo amaba antes de conocerlo, y dicho amor se veía personificado en la aceptación y abnegación de su mujer y su hijo, que hicieron suyo el sueño del cabeza de familia.
La F1 y México han mantenido y mantienen una tormentosa historia de amor, no comprendida por muchos de los ciudadanos de México ni por muchos de los responsables del buen funcionamiento de la “categoría
reina”. Corría el capitalino Héctor Rebaque en la F1, allá por principios de los años 80, y desde entonces ningún mexicano se ha asomado a la categoría, hasta la llegada de Sergio Pérez.
Pero como no sólo de pilotos vive el aficionado (y los mexicanos no son la excepción), hay que mirar a los circuitos, que son buen número en el país azteca, destacando especialmente dos, Parque Fundidora, en la ciudad de Monterrey, y el que fue considerado como uno de los más técnicos circuitos del mundo, el Autódromo Hermanos Rodríguez, historia viva del automovilismo y de la F1 en particular, donde se corrió por última vez en 1992.
Conociendo como conozco a los mexicanos por haber residido allí, puedo decir que para que exista afición a la F1 en México (que ahora apenas la hay, salvo en Guadalajara, patria chica de Checo Pérez), deben existir carreras en el país. Si no se consigue llevar la F1 al asfalto mexicano, jamás habrá afición verdadera en las tierras de Benito Juárez. Y la afición de México no es una masa ignorante de todo lo que huela a gasolina, pues han aprendido a apasionarse con las carreras desde hace muchos años y en diferentes categorías y pilotos. El mejor ejemplo es la actual NASCAR México (que hasta serie de televisión tiene), con pruebas disputadas íntegramente en México, seguida por millones de mexicanos cada carrera. Otro ejemplo es el visto en la extinta CART/ChampCar estadounidense, donde había muy buenos pilotos, encabezados por Adrián Fernández, Mario Domínguez, Michel Jourdain Jr… y que corrían en México, teniendo el país los dos circuitos ya reseñados en el calendario durante varios años.
Cuando las citas de México han desaparecido, generalmente también lo han hecho los pilotos, debido al poco interés de los aficionados. Pilotos grandes como Adrián Fernández, con ocho victorias y un subcampeonato en la CART/ChampCar, se terminan diluyendo cuando no pisan suelo mexicano, como le ocurrió a Fernández cuando dejó la ChampCar, pues aunque sus resultados siguieron hablando bien de él, con 3 victorias en la IRL y un campeonato con 9 victorias en la ALMS, en México se fue apagando poco a poco, debido a que no había citas mexicanas en el calendario.
La moraleja de esta entrada es hacerles ver que la aceptación y consolidación de una categoría automovilística en México pasa, sin excusa, porque dicha categoría celebre al menos una carrera en tierras mexicanas. El aficionado mexicano sigue por televisión las carreras de coches (la F1 “europea” es a las 7 de la mañana, un hándicap), aunque los deportes favoritos y más multitudinarios son el fútbol y el boxeo, pero cuando el ciudadano se vuelca invariablemente es cuando el acontecimiento puede ser vivido sobre el terreno.
Por todo lo expuesto, el futuro de México y los mexicanos en la F1 tiene un único objetivo: conseguir una cita del mundial de F1 en tierras aztecas. A día de hoy la F1 no es un deporte de masas en México, y por mucho que Sergio Pérez y Carlos Slim se empeñen, no lo conseguirán mientras no se celebre una prueba en México. Se oyen tambores de guerra, y se está estudiando la construcción de un circuito en el estado de Quintana Roo, en la zona de Cancún, para llevar allí la F1.
En lo deportivo, los altibajos del aficionado mexicano son manifiestamente palpables en el desempeño en carrera de Sergio Pérez, notándose un boom en la magnífica primera carrera del de Guadalajara, pero poco a poco se va diluyendo el interés del público, a medida del oscurecimiento del piloto mexicano, según se van sucediendo las carreras.
Si Slim consigue una carrera de F1 en México, la F1 estará asegurada, pero solo mientras haya pilotos mexicanos y subsista la prueba, porque cuando la F1 abandone el país azteca, el aficionado mexicano abandonará a la “categoría reina” por otros espectáculos más cercanos.