Revista Talentos

La familia del emigrante solitario

Publicado el 23 noviembre 2014 por Xilenaenellimbo @XilenaEnElLimbo

Me voy a tomar la libertad de hablar en nombre de los emigrantes. De todos. De cualquier nacionalidad, color, sexo y edad. Bueno, casi de todos. Me voy a tomar la libertad de hablar por aquellos que hemos emigrado solos. Sin familia. Porque quiero. Porque así lo siento. Porque creo que no se pueden sentir muy distinto de cómo lo hago yo.

Creo que a ellos también les debe resultar difícil explicar qué es la familia. Porque la familia de un emigrante solitario es distinta. Es más grande que la más grande de las familias. Porque a su propia familia va ajuntando a aquellos que va encontrado en el camino. A aquellos que encontró en el camino y le dieron eso que tenía tan lejos. Aquello que le falta y que echa de menos cada día. Al principio es cariño, luego amistad y, finalmente, la familia del emigrante, se agranda. Se siente cómo la familia se agranda. Por señores de 70 años. O señoras de 50. O alguno que tiene un par de años menos que tú. Y crece.

Porque esa gente es con la que compartes tu vida. Con o sin lazos sanguíneos. Esa gente es con la que celebras las fiestas de fin de año, sus cumpleaños o los tuyos. Esa gente es con la que compartes una copa de cava, una partida de cartas o un café. Las tristezas y las alegrías. Consejos. Cigarros. Fiestas. Y ahora tienes dos familias. Una a cada lado del charco. Y juntas, hacen un familión. Con un montón de tíos. Y cada uno de ellos va dejando algo en ti. Y tú en ellos, o eso espero.

Y así, juntos, revueltos, riendo o llorando durante casi 11 años.

Y como es ley de vida, algún miembro de tu gran familia se va. Y sea al lado del charco que sea, es una mierda. Porque aparte de la puta pena negra que cargas encima, se suma la distancia, en un caso. En el otro, a la pena se suma la frustración. El intentar explicarle a alguien de familia “normal”, quién ha muerto. ¿Un amigo de 80 años? ¿Un tío? ¿Un tío abuelo? ¿Un amigo de la familia de la prima de mi padre? Porque encima siempre os cuesta entender que los emigrantes solitarios podemos tener familia y pueblo allá donde llegamos. Pero qué más da. Lo único que realmente importa es que un pedacito de tu familia ya no está. Ni va a estar. Y vas al tanatorio, a despedirte. A darle las gracias. A desearle buen viaje. Y salvo un par de miembros de LA familia, nadie entiende que esta chilena derrame lágrimas de pena por un catalán de casi 80 años que ya no está.

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