Creo que todo lo que voy a decir hoy aquí ya te lo comenté ayer personalmente, pero me apetece escribirlo.
Y sabes porque?
Porque estoy en mi casa y hago lo que me da la gana en ella.
Yo por desgracia, no tengo la suerte de tener la familia perfecta. Como tú.
No, nosotros simplemente somos normales, bueno eso tampoco porque normales, lo que se dice normales no somos. Simplemente formamos un conjunto de personas que llevan treinta y tres años trabajando duro para construir lo que nosotros llamamos familia. No tenemos dinero, ni casa en la playa y para más desgracia no sabemos esquiar.
A base de mucho trabajo, muchas carreras universitarias y poco reconocimiento económico el consorte y yo, hemos conseguido criar y educar a dos hijos que hoy día son adultos, tienen sus profesiones, trabajan y pagan sus impuestos. No se drogan que sepamos, salvo que se considere droga cuando la niña se mete la tortilla de patatas para desayunar y el niño con 24 años todavía coma Panteras Rosas de manera compulsiva .
Con enorme esfuerzo, hemos logrado que sean responsables de sus actos, que entiendan que el respeto a los demás es el primer paso para ser respetados y que es mucho más importante ser querido, que ser admirado porque el amor se basa en la generosidad y la admiración el 50% de las veces se basa en la envidia y la envidia es la condena del infeliz.
Y todo esto lo hemos logrado sin ser los mejores amigos de nuestros hijos, ni salir de copas con ellos, siendo en muchas ocasiones los malos de la película y ¡mucho menos diciéndoles lo que nosotros hacíamos a su edad! Porque es conveniente que ellos piensen que han descubierto el Mediterráneo.
Con paciencia y dedicación hemos logrado que nuestra casa sea un lugar donde se comparte todo y a la vez cada uno tengamos nuestro espacio propio y que ese espacio sea respetado por el resto de nosotros.
Con renuncias, muchas renuncias y mucha generosidad hemos logrado que cada uno se sienta cómodo con sus gustos, sus creencias y no sea juzgado a priori. Desde la religiosidad practicante del consorte, hasta el ateísmo recalcitrante del niño, a pesar de haber estudiado en un colegio de curas desde los tres años, ó cómo dice él por eso mismo, pasando por los más ó menos de las féminas y entremedias por la diversidad de looks (que dirías tú), gustos musicales, cinematográficos, literarios, televisivos etc. Etc.
En definitiva como no somos perfectos, hemos tenido que quitar de allí y poner de acá para que cada uno de nosotros fuéramos tomando la forma
adecuada para encajar perfectamente en el puzzle que deja ver la imagen de nuestra familia.
Dicho esto.
No tengo porqué pedir perdón por tener la familia que tengo, ni tengo que cruzarme de acera si me encuentro con alguien que es poseedor de la “familia perfecta”. Me alegro mucho por ti y espero que disfrutes de tu familia tanto como yo de la mía, y si no es así, siento ser tan borde pero me importa un pimiento.
No tengo que disculparme por tener las creencias que tengo. Si quiero llevar una cruz al cuello tengo el mismo derecho que el que se cuelga una calavera, un pene ó una pata de conejo siempre y cuando ninguno de los dos los hayamos robado, no hay nada más que decir.
No tengo que esconder mi manera de entender la vida. No hago proselitismo de ningún tipo. Pero si me pides mi opinión te la daré y exijo que sea respetada exactamente igual que la tuya. Si no estás dispuesta a respetar, la solución es simple. No preguntes.
No soy un ciudadano de segunda clase. Soy un ciudadano que cumple la ley, paga sus impuestos y respeta al prójimo así que me considero un ciudadano de cinco estrellas gran lujo.
Permíteme que dude de tanta perfección. La cirugía estética quita las arrugas sin duda, la pena es que no quita la tristeza de la mirada. Eso ni yo con el Photoshop.
Por último te recomiendo que leas “Más platón y menos Prozac” de Lou Marinoff es entretenido y a lo mejor, solo a lo mejor, le sacas chicha.
Un saludo