Revista Literatura

La forense y la minera

Publicado el 23 junio 2012 por House

   Ayer salí a cenar con un grupo de amigos. De entrada debo entonar el mea culpa. Desconocía por completo que tenía una amiga forense y otra minera. De lo que se entera uno mientras ve a trompicones cómo los adeptos de Angela Merkel le asestaban cuatro dentelladas mortales a sus amigos helenos. Con amigos como los germánicos, me sobran los enemigos. ¿Alguien oyó hablar de Álvaro de Figueroa y Torres? Exacto, ‘¡Qué tropa!’    Mientras cenábamos –muy opíparamente, por cierto-, saltó la noticia. José Luis Galiardo había muerto víctima de un cáncer. Uno de los más grandes del cine español se despedía definitivamente de los escenarios y del público. Ese perverso y siniestro compañero de viaje que se llama cáncer se había encargado del resto. En este momento me acuerdo de un tal De Guindos. Dicen que es Ministro de Economía y Competitividad en las Islas Salomón.    Fiasco, vergüenza, cortedad, descalabro, cobardía, temor… Y siguen erre que erre. Res-ca-te. Joder, repítanlo conmigo hasta la saciedad.    Lo más atrevido que existe en este mundo es la ignorancia. Hablar sin saber muy bien de qué se habla es un hábito que sólo lo hacen los ignorantes. La información es fundamental para sobrevivir en esta sociedad básicamente tuitera. Es importante estar informado porque la información, además de poder, proporciona un más que relajante efluvio gástrico de satisfacción. No se puede hablar ni estar correctamente informado de lo que se habla si no disponemos de la información veraz, objetiva, contratada y sólida necesaria. Es un elemento fundamental del mundo de la comunicación. A lo contrario, sólo se dedican las vejestorias artríticas que matan la tarde frente al cristal del burdel de carretera, pelando a quién se ponga por delante. Su compañía, otras alcahuetas similares y un triste café con olor sudor añejo.    Para opinar hay que tener suficiente información y una más que consolidada opinión crítica. No me hartaré de insistir. Quién quiera oírlo que lo oiga. De lo contrario, la actitud más decente es el silencio acompañado de la atención a lo que otros hablan. Me exaspera ver cómo ineptos de tres al cuarto, parlanchines de feria de pueblo, y especies similares hablan sin criterio, sin información, con escasez de documentación, pero intentando sentar cátedra a la vez que lapidan sin piedad. Hay que hablar sabiendo de lo que se habla, con argumentos sólidos, con evidencias contrastadas, y con tesis constructivas. Pero no, a diario te tropiezas con cotarras (también en masculino) que no tienen ni… idea de nada, pero se creen diosas y señores del universo. Sí, por supuesto que lo son. Son verduleras barriobajeras, desvergonzadas dementes sin oficio ni beneficio, ni sentido del ridículo. Así les va. Se encuentran apoltronadas en un mundo idílico que destila aromas fétidos y fragancias pestilentes. Acostumbrados a ser el centro de atención, son el hazmerreír general de cualquier individuo con espíritu crítico.    Se acabaron los parabienes. Todo tiene un límite en esta vida, y  hay que esforzarse por los demás. Recibir y no dar es estúpido y nauseabundo, como quiénes lo practican.    Como decía al principio, anoche descubrí que una amiga mía era la competencia más candasina de la ilustre Patricia Cornwell. La otra, minera. ¡Qué sorpresa! Es curioso. Cuando te enteras que alguien que estaba cerca de ti durante un tiempo y descubres que existen coincidencias del tipo que sea la amistad se anuda y se enriquece. Es importante. Del mismo modo que origina una necesidad vital de expulsar gases intestinales el hecho de comprobar que una persona cercana a ti no tiene nada en común contigo. Te alejas y ventoseas, sencillamente. Forma parte de las diferencias del cosmos.    Leo en Twitter que tildan a Dolores de Cospedal como la expresión de uno de los males de la política. Acertada opinión. Sigo navegando en la red social, y me tropiezo con el brasileño Paulo Coelho. Dice: Ama a tu enemigo. Pero mantén actualizada tu lista negra.    Apostillo: Paulo, incluye en esa lista negra a quien verborrea como cotorra de pueblo a diario. La lista sería interminable. Seguro.    A estas horas de la tarde, estoy a la espera del partido de ‘La Roja’. Sí, de ‘La Roja’. ¿Qué pasa? Mis amigas, la forense y la minera lo estarán esperando: una en la sala de autopsias, la otra en la mina. La noche dio para mucho más. Pero lo contaré en otro momento. Aguardad.

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