Hace tiempo de esta foto y han pasado muchas cosas desde entonces. El año termina y a su fin empieza otro, pero hay cosas que no cambian. Sigo queriendo volar, como lo hace mi imaginación cada vez que ve esta imagen.
Son dos. Un chico y una chica. El sol está situado a espaldas de ambos, a su izquierda. Los jóvenes se sientan en un banco, a la sombra de un árbol cuyo grueso tronco asoma detrás de la cabeza de ella. Parecen felices. El muchacho sonríe con todos sus dientes, y es su sonrisa la que define su rostro, quedando olvidado su desordenado cabello y sus ojos oscuros. De ella sin embargo, es su mirada la que lo dice todo, eclipsando el resto de la imagen. Su largo cabello ondulado, su mano apoyada en la barbilla , sus preciosos labios, el césped, el banco, el muchacho...Todo eso pasa a un segundo plano cuando me encuentro frente a sus ojos.
Podría imaginar el instante en que se tomó esa fotografía de mil y un modos, tratar de conocer mejor a sus protagonistas. ¿Quiénes son? ¿Quién hizo la foto? ¿Eran entonces felices? ¿Lo son ahora? Podría investigar, dedicar una vida entera a esa tarea, tal vez escribir un libro incluso. Y sin embargo no quiero, no me hace falta. Dejo la foto en la mesilla de noche y me tumbo al lado de la luz de mi vida, dejándome de nuevo cautivar por sus ojos. Entonces sonrío de nuevo y olvido todo lo demás.