Beatriz Benéitez Burgada. SantanderMe encanta observar a la gente. Cuando caminan por la calle, en los restaurantes, en los bares, en la playa. Y, es curioso, pero a veces lo que te da pie a hacerte una idea de una persona, no son cosas importantes, sino detalles insospechados. En una comida de trabajo, por ejemplo, entre personas que no se conocen, todos nos delatamos por pequeños gestos: los platos elegidos, si tomas vino o agua, si pides postre o no, cómo prefieres el café, si tomas una copa después. Lo de las copas es otro tema. No es lo mismo que la otra persona pida un licor de melocotón con fanta de limón que un gyntonic de Bombay. Creo que, en general, se pueden saber muchas cosas de una persona si eres buen observador. La ropa que llevan, la forma de conjuntar las prendas, los complementos, los accesorios. Por ejemplo, estaréis de acuerdo en que no es lo mismo llevar el móvil en el bolsillo de la chaqueta que en una funda colocada en el cinturón. Por supuesto, también nos delata el lenguaje no verbal: los gestos, la forma de dar la mano, la mirada... También la forma de hablar, y de comportarnos.A veces, cuando estoy en un bar, en la playa, en el supermercado, no puedo evitar mirar a la gente y tratar de imaginarme cosas sobre ellos. Debería dedicarme a escribir relatos. Puede que no lo hiciera nada mal. Creo que siendo observadores podemos saber o, al menos intuir, muchas cosas sobre nuestros interlocutores. Aunque para ello, hay que saber observar. A todo se aprende.