La Gloria de un gol

Publicado el 20 noviembre 2014 por Orperedas

Aquella mañana un cielo nublado saludó a la ciudad con ese reflejo opaco y grisáceo propio de los días en los que nada puede salir bien, pero que de igual manera suceden. Yo, por alguna extraña razón, me sentía con ánimos de todo, sentía que aquél podría ser un buen día, pese a tener que ir al colegio.

A las diez de la mañana el timbre que anunciaba la hora del recreo sonó y todos los estudiantes salimos en estampida de los salones de clases a una mañana para entonces soleada. La hora había llegado; dos lentas y desesperantes horas habían pasado entre operaciones fraccionarias, la vida del gran explorador Marco Polo y los objetos directos e indirectos, el circunstancial y alguna otra cosa horrorosa de esas que componen una oración.

Como solía suceder en aquel patio de colegio, los varones nos dirigimos en tropel al final del terreno, donde aún quedaban los marcos de las porterías del que otrora fuera un campo de fútbol engramillado, y nos dispusimos a elegir a los capitanes de equipo para la chamusca (partido de fútbol) de esa mañana. Vallejo y Chiquitó fueron los seleccionados y quienes se encargaron de escoger a sus compañeros de juego. Una vez conformado cada grupo y escogido el lado del campo de cada uno, empezó el juego.

Pérez Dubón, mi inseparable amigo, caminaba a mi lado con dirección al centro del campo, al tiempo que le preguntaba: "¡para qué lado?" "Para allá", respondió señalando con su brazo derecho hacia el oeste.

Vallejo pateó el balón hacia su izquierda y lo pasó a Galindo, quien me lo dio a mí cuando Flores intentó quitárselo. Avancé sobre el margen lateral tres o cuatro metros y entonces advertí que González se había colocado a mi lado. Él era más veloz y un tanto más hábil que yo, así que traté de buscar a un compañero a quien pasarle el balón pero no vi a nadie delante ni detrás de mí. Luego de un par de metros más resolví intentar engañarlo.

Inclinándome un poco a la derecha y simulando dar una patada fuerte con la pierna izquierda, le hice entender que trataría de hacer un pase largo. Cayó en la trampa. Apuró el paso y, calculando el momento en el que yo patearía, él atravesó su pierna derecha, intentando que el balón rebotase en ella, pero mi jugada no era esa; había decidido hacerme un autopase aprovechando que González dejaría el compás abierto de sus largas y flacas piernas, por entre las que pasó el balón sin ningún impedimento. Yo pasé por detrás del patilargo y él se quedó alargando su derecha hacia el infinito.

Había salido de uno, y no de cualquier uno; eso me llenó de valor y decidí aventurarme a solas hacia la portería contraria.

El siguiente en enfrentarme fue luna -uno no muy habilidoso pero sí tramposo, que quiso quitarme el balón barriéndose-, del que pude librarme gracias al desnivel del terreno que le hizo perder velocidad al momento de la barrida y no llegó a tiempo, quedándose atrás y en el suelo, mientras yo iba ganando los tres cuartos de cancha para mí solo.

Lejanos y lentos, como en un sueño, escuchaba los gritos de Vallejo diciéndome: "¡Paraaate! ¡Pasááámela! ¡Aquííí estoooy!" Pero yo, convencido de mi idea, continué avanzando, sumido en mi egoísmo, reforzado por mi yo interno que me decía: "¡Vallejo quiere marcar el gol, él no te pasaría el balón si la situación sucediera al revés. Seguí, seguí que este gol es solo tuyo!".

Un nuevo contrincante apareció. Era Rafita, aquél pequeño y flacucho amigo que a falta de estatura y corpulencia jugaba a barrerse y enredar las piernas del adversario, el cual al final caía, no a causa de su barrida sino del enredo resultante entre el salto para esquivarlo y el rebote del balón entre ambos. Esa vez no le sirvió de nada, yo corría como una locomotora sin frenos, así que pude dejarlo atrás después de hacer un quiebre de cintura a la derecha y pasar lejos de su pequeña humanidad.

Me descubrí solo frente a Fajardo (el arquero), un redondo y gelatinoso chico al que apodábamos El Botija, por su parecido en carnes al personaje de la serie mexicana de humor Chespirito. El Boti, a pesar de su volumen, era un excelente portero. Yo supe que no podría anotar si llegaba a estar a uno o dos pasos de él, así que dirigí mi mirada a la portería y decidí patear fuertemente con dirección a la esquina inferior izquierda, la que le quedaba más difícil de cubrir. Solté el disparo y Fajardo se estiró todo lo que pudo, pero no logró alcanzar el balón, que terminó rebotando en el paral y entrando a la portería.

- ¡GOOOOOOOOOOL! -grité con todas mis fuerzas. Grité largo y fuerte mientras corría alzando los brazos frente a un grupo de chicos con las manos en la cintura-. ¡GOOOOOOOOOOL! -Me sentí Maradona, Valdanno, Burruchaga. Era la primera vez que lograba una proeza tal; yo, que no pasaba de ser un defensor central, eficiente, aunque no muy veloz. Era la gloria entera aquel gol.

Mientras corría y gritaba "¡ GOOOOOOOOOOL!", en mi cabeza sonaba la introducción de Gloria, aquella exitosa canción interpretada por Laura Branigan, que el equipo de producción del Canal 13 de Guatemala hacía sonar cuando Meme Pinto cantaba " ¡GOOOOOOOOOOL! ", por cada anotación durante el mundial de fútbol de México 86.

Vallejo me alcanzó en la corrida y lo abracé gritando nuevamente " ¡GOOOOOOOOOOL! "; me detuvo bruscamente al mismo tiempo que me decía con ánimo exacerbado y mirada de asesino: -¡Nosotros atacamos para el otro lado, idiota!

La canción en mi cabeza se detuvo abruptamente " BRRRRRRRRR ", como ese sonido desgarrado que suelen emitir las agujas de los tocadiscos cuando son empujadas bruscamente sobre los surcos de vinil de un LP.

Me quedé de pie sin entender lo que había sucedido. Chiquitó, González, Luna y el pequeño Rafita llegaron hasta mí, sonrientes y dándome las gracias por ponerlos a ganar el partido desde el inicio. Fajardo, entendiendo mi confusión y desacomodo se acercó a mí, con el balón entre sus manos y me dijo: -Tranquilo, ahorita anotás otro gol como ese allá en la otra portería y quedamos empatados-. Pero no sucedió. Perdimos por un gol.

Unas semanas más tarde aquella canción volvió a sonar una y otra vez, durante un mes entero, a lo largo del mundial de Italia 90; Meme Pinto y Laura Branigan se encargaban de celebrar cada uno de los goles de aquél excelente mundial de fútbol.

Biografía de Laura Branigan


Laura Branigan fue una cantante de pop rock estadounidense que nació en Nueva York el 3 de julio de 1957 y falleció en la misma ciudad el 26 de agosto de 2004. Estudió Artes Escénicas en la American Academy of Dramatic Arts en su ciudad natal. Antes de ser solista fue corista del cantante Leonard Cohen.

Gracias a las dotes naturales de su voz y amplio registro (4 octavas), fue contratada por la disquera Atlantic Records en 1979, pero su primer disco, titulado Branigan, es lanzado en marzo de 1982.

Branigan fue lanzado en formato LP conteniendo 9 canciones, 4 en la cara A y 5 en la B. La canción Gloria ( segunda pista de la cara A) fue lanzada en primera instancia en la radio, donde tuvo poco apoyo por parte de los productores y locutores, por su notable sonido Eurodance; pero fue en las discotecas donde la canción comenzó a causar furor, al grado de que unos meses después de su lanzamiento en radio, sin haber alcanzado ningún puesto privilegiado en las listas de popularidad, vuelve a sonar a petición del público y se cuela entre los éxitos del momento.

Gloria, original del compositor italiano Umberto Tozzi, fue grabada por su autor en 1979 (en italiano); versionada en español por el grupo infantil español Parchís, quienes la grabaron en 1979 en un disco sencillo y en 1982 por Laura Branigan, versión que es la más conocida a nivel mundial.

Sin duda alguna, Gloria forma parte de los grandes éxitos de los 80s y de la historia de la música del siglo XX. No hay individuo en este planeta que no haya escuchado y, más de una vez, bailado al ritmo del pop rock y la excelente voz de Laura Branigan. Ahora, a modo de celebración anticipada por la fiesta del Mundial de Fútbol Brasil 2014, les dejo Gloria, en la versión de Branigan de 1982; tal vez a algunos por ahí les traiga un buen recuerdo, espero sea mejor que el mío.