-¿Por qué el conocimiento debe ser la gran apuesta como nación?- Porque indudablemente la educación es el verdadero pilar de la igualdad de oportunidades y del crecimiento de un país. Es un factor de integración social y de creación de ciudadanía. Hablar de educación es apostar a un crecimiento económico, pero también abarca la mejora de las condiciones sanitarias de la población, al cuidado del medio ambiente, a la igualdad de género, al reconocimiento y cuidado de las personas mayores. Se trata de una evolución sustentable, integral y profundamente humana de la sociedad argentina.
-¿Cuáles son las consecuencias de la pobreza en este contexto?- El contexto de pobreza condiciona el desarrollo de las personas. Es muy difícil que alguien que no tiene las necesidades básicas satisfechas no esté pensando día y noche en cómo lograr satisfacerlas, enfocarse en lo inmediato, en lo urgente. ¡Eso obviamente no es igualdad de oportunidades en el presente, pero tampoco para el futuro! Lo que debemos entender es que, cuando hablamos de la apuesta por la educación, también implica apostar por reducir los niveles de pobreza del presente y del futuro.
-¿Cómo afectan el hambre y la desnutrición al cerebro?- Antes que nada quiero decir que un solo chico con hambre en nuestro país representa un imperdonable fracaso como comunidad. ¡Un país que produce alimentos que podrían alimentar a 400 millones de personas no puede tener a nadie que pase hambre! Como dijo el expresidente Raúl Alfonsín en su famoso discurso en la avenida 9 de Julio de Buenos Aires: en nuestro país hay hambre no porque falten alimentos sino porque sobra inmoralidad.El hambre y la desnutrición provocan un efecto gravísimo en las personas. Diversos estudios han comprobado que la desnutrición tiene un impacto negativo en el desarrollo cerebral, impacta en su maduración. Las carencias nutricionales traen aparejadas deficiencias cognitivas. Por ejemplo, el hierro es uno de los nutrientes más importantes durante el crecimiento de los niños. Su carencia en los primeros años de vida está asociada con desempeños deficitarios en el lenguaje, la motricidad y las áreas socioafectivas. Además, la malnutrición genera también angustia, depresión y estrés. Un niño pequeño que está frecuentemente ligado a situaciones de carencia experimenta una activación persistente del llamado "sistema neuroendócrino" que controla las reacciones al estrés a través de la liberación de hormonas. A causa de ello, pueden aumentar los niveles de cortisol de manera crónica y afectar de manera negativa el desarrollo cerebral dañando neuronas en las áreas asociadas a las emociones y el aprendizaje. Ahora bien, hay un dato que es clave: los problemas que genera la malnutrición no son irreversibles y es por eso que como comunidad debemos revertir esta situación de manera urgente."Hay que saber que cuando hablamos de la apuesta por la educación, también implica apostar por reducir los niveles de pobreza del presente y del futuro".