La guerra de gila.

Publicado el 23 marzo 2011 por ArÍstides


LA GUERRA ES LA MEJOR ESCUELA DEL CIRUJANO de Hipócrates

La intervenvión de los aliados en Libia podría ser como los chistes de Gila. Algunas potencias arden en deseos de intervenir por el bien de la democracia y de sus siempre correctamente apreciados vecinos del sur. Las Naciones Unidas, precisamente por aquello de estar unidas, redactan una resolución en la cual lo bordan con el fin de contentar a todas las partes. Obviando con ello una premisa básica para acudir a una guerra, como es la de tener muy claros los objetivos. Pero aquí, con una resolución que no aclara nada pero contenta a todos, cuatro amigos se van a hacer cumplir el embargo aéreo sobre Libia.

Pero claro, al rato de tirar unos tiros y evitar que los aviones de Gadafi vuelen se encuentran con que los rebeldes no ganan ninguna posición en el tablero de la guerra y se preguntan qué hacer. La cosa tiene su aquél: por un lado los aliados discutiendo sobre quién es el jefe (la Unión Europea, la ONU, la OTAN…). Los americanos dicen que lo decidan las Naciones Unidas pero que ellos no exponen más; los britis, que lo que diga su primo yanky de zumosol; los italianos, que si las bases son mías y como no os aclaréis os echo; los franceses, que sí que tiran tiros pero con la responsabilidad de otros. Y los españoles, pues eso: a su bola (incluso participando tan ricamente en la guerra, antes de que el Congreso lo apruebe).

Me imagino al general en jefe llamando al también general jefe de los rebeldes; y queriendo hablar con Mustafá pero, por supuesto, allí le piden que concrete, porque hay muchos. Bueno, pues que se ponga Ibrahim. Pues que también hay muchos, al igual que Mohamed. Y me lo imagino nervioso queriendo hablar con la Internacional. Toda revolución tiene una Internacional con un Carlos Marx que le da ideología. Pero claro, aún no se han puesto a ello. Occidente no fue eso lo que les enseñó. En el canal internacional de la tele salía el Gran hermano y los programas de Ana Rosa. Así que na de na.

Y en esas estamos. Los aliados, sin saber quién es el jefe; los rebeldes, sin una revolución que nos diga por qué se dan de leches y un jefe que se ponga al teléfono; y Gadafí, sin enterder por qué a quienes hasta ayer eran sus amigos ahora les da por soplarle los mocos. Para partirse.