Estaba escribiendo sobre el peligro que puede representar para ciertos poetas primerizos y hasta cierto punto juiciosos la simple lectura de unos cuantos poemas firmados por los más insignes representantes de la Generación del 27 (unos cuantos leí yo en su día y su brillo apagó para siempre mi ilusionada pero frágil candela) cuando comenzó la guerra de las secretarías, un conflicto aún en vigor entre Javier Marías, alias Javi, alias el inglés, y yo, alias Jose, alias el cojón.
De su inicio me informó Rogelio.
-¡Hostias, ciego, qué susto! ¡Cuántas veces te he dicho que no te acerques a mí por la espalda, cuántas!
-¡Cómo puedo acercarme de otro modo si estás ante el ordenador, el ordenador ante la ventana y la puerta abierta de este cuartucho detrás de ti!
-¡Pues mete ruido! A ver, qué quieres.
-¿No oíste que sonó el teléfono?
-Estaba lejos, en el siglo pasado, y no oí nada, no.
-Atendí yo la llamada. Como no están en casa tus secretarias, ni la de los idilios ni la otra, la radiactiva ...
-Bueno, y qué.
-Era Javier Marías.
-Sí, está en Madrid, o eso me dijo.
-Y a mí qué me importa eso, como si está en Oxford o en Cambridge o en la feria del libro de donde sea.
-Me dijo, te dijo, que él también tiene ahora dos secretarias jóvenes y lozanas.
-¿No las tenía antes?
-No sé, no se lo pregunté.
-Te hiciste pasar por mí, seguro.
-Sí, amo. Para no molestarte, para que nada banal te distrajera.
-Y por qué me distraes ahora.
-Porque ya no es banal el asunto, o yo ya no lo tengo por tal.
-Debido a qué.
-A continuación me insultó gravemente. O sea, te insultó a ti. Me dijo que ya estaba bien de andar presumiendo por ahí con la de los idilios y con la radiactiva. Que él sí era alguien, no yo, es decir, no tú. Y que a tomar por ahí yo y todo lo mío, o sea, tú y todo lo tuyo. Esto es la guerra, amo.
Fue, sí, el inicio del conflicto.
-¿Callaste?
-¡Y un huevo! La sola pregunta me ofende. Estaba yo respondiendo al insulto como Dios manda cuando me di cuenta de que había colgado.
-¡Acércame el inalámbrico!
-Aquí lo traigo conmigo.
-Se va a enterar.
-Muy bien, amo, que se entere.
-Hostias, si no tengo su número.
-Está registrado. Pulsa ahí, esa tecla, y aparecerá.
Eso hice.
"". "¡A mí me hablas en español, inglés!". "Tú...". "¡Sí, yo!". "No pierdas los nervios, cojón". "¿A tomar por ahí yo y todo lo mío?". " Exact". "Tomo nota. Ya no serás uno de mis artistas invitados y ahora mismo tiro a la basura la basura de colaboración que me enviaste". " Okay Pero recuerda: empate a dos".
(A Javi le gusta tanto el como a mí el balompié)
"De eso nada: tres a dos voy ganando; dos secretarias y un secretario tengo desde ya".
Colgó.
-¿Soy yo tu nuevo gol?
-Sí. Vuelves a tener empleo y sueldo, Rogelio.
-No sirvo, amo, yo...
-Servirás para no hacer nada y para meter ruido cuando te acerques a mí.
Dos días más tarde, sí oí el teléfono cuando sonó.
"Tú...". "Sí, cojón. Te informo: gol mío, masculino también; empate a tres".
Y así está el conflicto por ahora, aunque ya tengo medio contratado, a tiempo parcial, a un chico que quiere ser escritor. Se llama Teófilo Marqués y está estudiando Bellas Artes.
Creo que pronto, muy pronto, llamaré a Javi.