Al conflicto general de Oriente Medio, y a la situación crítica existente a mediados de 1990, se añadió desde los primeros días de agosto de ese año la nueva crisis surgida por las rivalidades planteadas entre Irak y Kuwait que desembocaron en la invasión iraquí del Emirato, y que por su gravedad e implicaciones se sobrepusieron a todas las otras que registraba esta región, dos de cuyos conflictos parecían últimamente acallados: así, el final de la guerra civil de Líbano con la consiguiente pacificación del país que incluía el control de los combatientes palestinos, y la práctica bajada de tono de la "Intifada" palestina que parecía haber entrado en una fase de debilitamiento natural, lejos de la tensión inicial, aunque quedaran residuos con enfrentamientos esporádicos en los territorios ocupados por Israel.
El conflicto entre Irak y Kuwait alteró profundamente la situación pre-existente en la región, convulsionó a todo el mundo árabe-islámico, así como tuvo serias repercusiones internacionales de alcance mundial, primero con el esfuerzo bélico y la Guerra del Golfo, y después con el largo y difícil proceso de negociación global de la paz en Oriente Medio auspiciado por Estados Unidos en el marco de Naciones Unidas. La guerra entre Irak y Estados Unidos fue la mayor crisis regional desde el fin de la Primera Guerra Mundial. No sólo afectó a las más remotas zonas del mundo árabe, sino también, y en un grado nunca visto, a los tres Estados no árabes de Oriente Medio: Irán, Turquía e Israel.
En los últimos días de julio de 1990, Irak se encontraba en una grave situación económica: su deuda estimada el día 25 alcanzaba la enorme cifra de 80.000 millones de dólares contraida durante la larga guerra con Irán, incluidos los países del Golfo y entre ellos el propio Kuwait. Además, ante la prevista reunión de la O.P.E.P. (Organización de Países Exportadores de Petróleo) a celebrar en Ginebra el día 26 de julio las diferencias entre Bagdad y Kuwait se acentuaron ya que este Emirato había decidido rebajar el precio del barril de petróleo a 14 dólares, mientras que Irak pretendía subirlo de 18 a 25 dólares. Asimismo Irak reclamaba a Kuwait el pago de 2.400 millones de dólares en compensación por el petróleo que, según Bagdad, el Emirato le había sustraído de su territorio en la zona de Rumaila durante la guerra con Irán.
A estos problemas de deuda y petrolíferos se unieron las viejas rivalidades fronterizas que radicalizaron las diferencias existentes entre ambos países: Irak volvió a reivindicar la soberanía sobre las islas de Warbad y Bubiyán situadas en el Golfo Pérsico frente a la costa kuwatí y aptas para instalar puertos. Para presionar sobre Kuwait, Irak envió el día 25 de julio tropas fuertemente armadas a su frontera con el Emirato.
De esta forma, al plantear el presidente Sadam Hussein este conjunto de reclamaciones ante Kuwait, se creó una situación de fuerte tensión en Oriente Medio en los días finales de julio de 1990. Rápidamente el presidente egipcio Hosni Mubarak desplegó una tarea de mediación y consiguió que el día 31 tras varios aplazamientos, se entablaran negociaciones entre Irak y Kuwait en una reunión celebrada en Yedda (Arabia Saudí) para tratar sobre sus diferencias; pero el día 1 de agosto se suspendieron las conversaciones sin haber llegado a ningún acuerdo.En este conflictivo marco, la crisis entre Irak y Kuwait estalló en la noche entre el 1 y el 2 de agosto cuando un poderoso ejército iraquí integrado por 100.000 hombres fuertemente armados invadió en un ataque relámpago el Emirato que ocupó en tres horas sin encontrar apenas resistencia, huyendo el emir y su gobierno, refugiándose en Arabia Saudí.
Rápidamente Bagdad fue adoptando sucesivas medidas con el fin de anexionarse el país conquistado: el mismo día 2 decretó la abolición de la monarquía del emir y formó un gobierno provisional en Kuwait; el día 8 decidió la anexión total e irreversible del país ocupado; el día 10 S. Hussein hizo un llamamiento a la "guerra santa" contra Estados Unidos y en favor de la recuperación de los lugares sagrados del Islam, Medina y La Meca, en poder de Arabia Saudí; el día 12 propuso una paz global para Oriente Medio que incluía, además, la solución de los conflictos entre Palestina e Israel, con la evacuación por parte de este Estado de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, y de Líbano, así como la retirada de las tropas de Estados Unidos de la región; el día 18 tomó como rehenes a la mayoría de los occidentales residentes en Kuwait e Irak; el día 24 ordenó el cierre de las embajadas en Kuwait cuyo personal debía trasladarse a Bagdad; y el día 28 de agosto, en fin, transformó a Kuwait en provincia iraquí, incorporándolo totalmente a Irak.
El gobierno de Bagdad continuó adoptando medidas análogas a lo largo de los meses sucesivos: así el 5 de septiembre S. Hussein hizo un nuevo llamamiento a la "guerra santa" contra Estados Unidos y al derrocamiento de la monarquía "corrupta" de Arabia Saudí; mientras que el 6 de diciembre decidió la liberación de todos los rehenes extranjeros hasta entonces retenidos en Irak.
Por último, el 9 de enero de 1991 se reunió en Bagdad la Conferencia Popular Islámica con asistencia de representantes de 43 países para "diseñar un plan de acción frente a la agresión norteamericana-israelí contra las naciones musulmanas y árabes".
Las razones que movieron a S. Hussein a realizar esta acción invasora pueden clasificarse en dos categorías:
1ª) La razón histórica: a pesar de la proclamación de la independencia de Kuwait en 1961 y la consiguiente delimitación de fronteras, como ya se ha visto, y aunque Bagdad reconoció en varias ocasiones que Kuwait era un Estado soberano, miembro de la Liga Árabe, en diversos momentos había reivindicado la incorporación del territorio kuwatí alegando que formaba parte de la provincia iraquí de Basora bajo la soberanía del Imperio Otomano hasta la Primera Guerra Mundial en 1914-1918, y habiendo sido separado artificialmente por Gran Bretaña que lo acogió bajo su protección.
2ª) Las razones actuales: las motivaciones que impulsaron a S. Hussein a llevar a cabo esta acción se pueden clasificar en tres grupos: por un lado, de interés económico ante la deuda y el petróleo; por otro, de carácter estratégico, ante la posibilidad de adquirir nuevos y anhelados territorios en ese preciso momento, y por último, por aspiraciones políticas al pretender detentar el liderazgo del mundo árabe; todo ello sustentado en disponer de una gran capacidad y eficacia militar y un enorme potencial de armamento, conseguido precisamente gracias a la ayuda suministrada en este aspecto por sus entonces aliados occidentales para hacer frente a la guerra contra Irán.
El conflicto derivó en una "guerra santa" contra Occidente y sus aliados oligárquicos en la región. Los argumentos esgrimidos por el presidente iraquí en favor de esta "guerra santa" tuvieron un doble carácter:
- El del Panarabismo para conseguir la pretendida unidad árabe.
- El del anti-occidentalismo para lograr la auténtica liberación de la dependencia occidental.
- El de la revolución de los pueblos contra las oligarquías árabes aliadas con los occidentales, y liberar así las ciudades santas de La Meca y Medina.
La reacción de los países occidentales en el plano internacional ante la invasión iraquí de Kuwait fue inmediata y contundente. La iniciativa de esta actitud correspondió principalmente a dos centros de poder político con proyección mundial: Naciones Unidas y Estados Unidos, con los que actuó unida la C.E.E., y a los que siguieron algunos países árabes e islámicos.
Los argumentos esgrimidos por los países occidentales para justificar su toma de posición fueron de dos tipos:
1º) De carácter político, consistente en la vigencia del derecho internacional y en la defensa de la soberanía e independencia de Kuwait, país reconocido internacionalmente, que había sido injustamente agredido e invadido, y después ocupado y anexionado por el invasor.
2º) De carácter económico, para mantener el control del petróleo de la región.
Los medios y procedimientos a los que recurrió Occidente en esta acción tenían un triple carácter:
- El bloqueo y embargo total para obligar a la rendición y retirada del invasor.
- La diplomacia para llegar a una negociación.
- La preparación de la guerra, como último recurso.
La primera reacción occidental se produjo el día 4 de agosto cuando la C.E.E. decretó el embargo contra Irak. El día 6 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acordó imponer un bloqueo por tierra y por mar sobre Irak. El día 7 Estados Unidos, que ya había condenado la acción iraquí, inició un gran despliegue militar, incrementado a lo largo de los meses siguientes con el desplazamiento de nuevas tropas, enviando numerosas fuerzas militares a Arabia Saudí y al Golfo, para hacer cumplir la decisión de Naciones Unidas, a las que en los días sucesivos se fueron uniendo Ejércitos y efectivos diversos de Canadá y Australia y de los países europeos occidentales, al ser acordado también el bloqueo por la U.E.O.: Gran Bretaña, Francia, Italia, España, Holanda, Bélgica, Alemania, Dinamarca, Noruega y Grecia; así como de algunos países árabe-islámicos: la propia Arabia Saudí y los Emiratos Arabes Unidos, además de Egipto, Siria, Marruecos, Pakistán y Bangladesh. Aproximadamente unos 605.000 soldados en total.
El día 10 una cumbre árabe reunida en El Cairo decidió apoyar a Arabia Saudí ante la amenaza iraquí. El mismo día la O.T.A.N. acordó respaldar el despliegue militar norteamericano. El día 18 Estados Unidos consiguió imponer un cerco total a Irak. El día 25 Naciones Unidas autorizó la utilización de la fuerza para mantener el embargo, al tiempo que el Secretario General intentaba establecer negociaciones con el gobierno de Bagdad, que no dieron resultado. El 9 de septiembre se reunieron en Helsinki los presidentes Bush y Gorbachov para tratar sobre la crisis del Golfo y elaboraron un comunicado conjunto apoyando las decisiones de Naciones Unidas sobre Irak.
El 25 de septiembre, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas completó el cerco sobre Irak acordando imponer el bloqueo aéreo sobre este país. Y el 3 de enero de 1991 la O.T.A.N. envió aviones militares a Turquía.
Los países árabes, en este contexto, también actuaron: el 18 de octubre se celebró en Túnez una reunión de la Liga Árabe que acordó por unanimidad pedir a Estados Unidos que modificara su política con Israel y defendiera a Palestina.
La actitud occidental se endureció en los últimos días de 1990, y así el 29 de noviembre el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas lanzó un ultimátum sobre Irak al acordar la autorización de entrar en guerra contra este país si no se retiraba de Kuwait con anterioridad al 15 de enero de 1991, ultimátum que fue rechazado por Irak al día siguiente, anunciando que no cedería ante la presión internacional. A pesar del planteamiento de esta política agresiva, de manera inesperada, el 1 de diciembre el presidente Bush propuso públicamente la celebración de negociaciones directas con S. Hussein para buscar una solución pacífica al conflicto, con intercambio de visitas de los ministros de Asuntos Exteriores de los dos países. Baker y Aziz se reunieron en Ginebra el 9 de enero de 1991, aunque sin llegar a un acuerdo.
Por su parte, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó el 21 de diciembre la celebración de una Conferencia de paz sobre Oriente Medio, aunque sin precisar fecha ni lugar, resolución que fue ignorada por Israel, cuyo primer ministro I. Shamir visitó Washington unos días antes para defender sus posiciones contra el tratamiento conjunto de los problemas de la región, y continuar así por su lado con la política represiva contra la "Intifada" y los palestinos, política que hizo mantener una nota discordante en los intentos de pacificación global de Oriente Medio.
En la primera quincena de enero, nuevos intentos de negociación y de arreglo pacífico del conflicto fracasaron por causas diversas: como la reunión celebrada en Bagdad el día 13 entre Pérez de Cúellar y S. Hussein.
De esta forma se fue completando, mientras se buscaba y esperaba una salida al conflicto, la acción internacional sobre Irak: por un lado, se estableció un bloqueo y embargo totales, aunque algunos países de la región mantuvieron una actitud ambigua y más bien pro-iraquí como Jordania, Yemen e Irán, además de Libia, Mauritania y Sudán.
Yasir Arafat también apoyó a S. Hussein. La O.L.P. trató de desacreditar a los invadidos y los palestinos establecidos en Jordania se pusieron prácticamente en pie de guerra, apoyando el atropello del dictador iraquí.
Esta posición palestina se basaba en la esperanza de que Irak, en un futuro próximo, podría vencer militarmente a Israel, dado que el gobierno judío no ofrecía signo alguno de resolver el problema de forma negociada. Por tanto, la ocupación de Kuwait reforzaba aquella expectativa, pues entregaría a S. Hussein el control mundial del mercado petrolífero y unos recursos financieros enormes que permitirían sostener la carrera armamentística de Bagdad. Añádase a eso que muchos millares de palestinos trabajaban en Irak y las muy escasas simpatías que despertaba el régimen kuwatí, cicatero siempre con los inmigrantes palestinos.
La figura política de Arafat y la validez política de la O.L.P. perdieron crédito ante quienes habían condenado la invasión de Kuwait.
Se intentaron entablar negociaciones diplomáticas en varias ocasiones, como las auspiciadas por Naciones Unidas y las propuestas por Estados Unidos; y al mismo tiempo se afirmó la presencia y presión militares con las tropas y fuerzas de los países antes citados; principalmente de Estados Unidos; instaladas en Arabia Saudí y en el Golfo Pérsico, y que al tiempo que prevenían sobre un posible ataque iraquí contra la propia Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, eran una amenaza presente de una posible ofensiva y guerra contra Irak.
En la crítica situación existente a mediados de enero de 1991, y a pesar de las medidas adoptadas, no se veía una pronta y satisfactoria salida al conflicto, sobre el que se podían considerar unas posibles conclusiones a la crisis que podían ser:
1) La retirada voluntaria por parte de Irak de Kuwait, conseguida mediante la negociación diplomática, quizá con la compensación de la retirada israelí de Palestina.
2) La rendición de Irak ante las consecuencias del bloqueo.
3) Un cambio imprevisible en la situación interior de Irak por la caída de S. Hussein.
4) La guerra, que si podía estar justificada por los intereses y las necesidades tanto políticos como económicos, podía constituir también, a largo plazo, un grave error histórico.
Finalmente se impuso la guerra que dio comienzo en la noche entre el 16 y el 17 de enero de 1991, cuando la fuerza multinacional aliada, dirigida por Estados Unidos, inició el ataque con intensos bombardeos aéreos contra los territorios de Irak y Kuwait. Los objetivos de Estados Unidos en esta guerra eran principalmente dos: la evacuación de Kuwait y una lucha total contra el Irak de S. Hussein, con el fin de destruir el régimen dictatorial de Bagdad. En realidad, las dos opciones podían unirse: el objetivo limitado permitió la creación de una amplia coalición internacional contra S. Hussein, que incluía el derrumbamiento del presidente iraquí.
En efecto, la guerra entre las fuerzas aliadas; mayoritariamente occidentales y también de algunos países árabe-islámicos, mandados por Estados Unidos; comenzó y en su corto desarrollo de mes y medio en el que tuvo claramente dos fases, se registraron en ese limitado territorio graves y violentos enfrentamientos. Una primera fase se caracterizó por los ataques aéreos en los que participaron principalmente fuerzas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Arabia Saudí y del propio Kuwait, que alcanzaron una gran intensidad.
El mismo día 17 se inició la ofensiva aliada con bombardeos masivos sobre los territorios del Kuwait ocupado e Irak, llegando incluso a Bagdad, que continuaron y se incrementaron durante prácticamente todos los días que duró el conflicto.
Irak desplegó una contraofensiva también aérea y el día 18 atacó con misiles a Arabia Saudí e Israel, lo que se repitió después en varias ocasiones, sin provocar la respuesta israelí. Tel Aviv y Haifa fueron las dos ciudades israelíes donde cayeron e hicieron explosión los primeros cohetes Scud de fabricación soviética, cargados con explosivos convencionales y modificados por ingenieros militares iraquíes para permitirles alcanzar distancias más largas.
El pánico se adueñó de la población israelí, entre la cual las autoridades habían distribuido con anterioridad y masivamente máscaras contra gases tóxicos, ante el temor a un ataque iraquí con armas químicas. En los territorios palestinos ocupados por Israel, en Cisjordania y Gaza, donde el reparto de máscaras se ciñó a una pequeña franja de la población, las autoridades israelíes decretaron el estado de emergencia, que estaría vigente durante casi toda la contienda. La jornada del 19 de enero, nuevos misiles iraquíes cayeron sobre territorio israelí y dieron muerte a tres personas; dieciséis personas más resultaron heridas.
El temor desatado en Israel al descubrir que su territorio era vulnerable a los cohetes iraquíes, cuya carga explosiva convencional podía ser en cualquier momento cambiada por otra de contenido nuclear o químico, hizo emerger hasta la superficie, desde las profundidades en las que se hallaba, la alianza entre los Estados Unidos e Israel. Tal alianza, de carácter estratégico y largo alcance, registraba a la sazón un debilitamiento drástico a consecuencia de los sucesos acaecidos en la explanada sagrada de la mezquita de Al-Aksa, en Jerusalén, semanas antes. Con motivo de esos sucesos y por primera vez en la historia reciente, los Estados Unidos se negaron a vetar una resolución de la O.N.U. que preveía la investigación sobre el terreno de los sucesos acaecidos en la explanada del templo, en la cual la policía israelí disparó a mansalva contra personas indefensas y causó 24 muertos y decenas de heridos.
La integración de gobiernos árabes, como el de Egipto y el de Siria, en los rangos de la coalición aliada dirigida por los Estados Unidos, operación diplomática realizada con gran habilidad por James Baker a partir de la invasión de Kuwait, había quedado en grave situación tras los sucesos de la explanada de la mezquita de Al-Aksa. Ello sucedía poco antes de desencadenarse la guerra. Pero tras los bombardeos iraquíes de Israel con misiles de largo alcance, una eventual respuesta israelí contra Irak y su irrupción en la guerra hubiera debilitado el flanco árabe de la coalición, por mostrarse éste opuesto a tal participación israelí. Por ello, Washington pidió calma a la clase político-militar de Israel para que no respondiera a los ataques de Irak.
Los bombardeos iraquíes de cohetes Scud, ampliados luego contra el territorio oriental de Arabia Saudí, depararon a Israel la instalación en su territorio de cohetes anti-misiles Patriot, cuyo uso constituyó una de las novedades armamentísticas de la guerra. Dotados de un sofisticado sistema de tele-dirección por rayos láser, los Patriot fueron capaces de neutralizar en vuelo los cohetes Scud en períodos muy reducidos de tiempo.
Desde el punto de vista bélico, los misiles lanzados por Irak contra Israel, cumplieron una función inicialmente más psicológica y de amedrantamiento que de destrucción y presentaban una dificultad en cuanto a la detección de las lanzaderas desde las cuales eran arrojados: se trataba de lanzaderas móviles, generalmente autocamiones de seis ruedas que se encontraban en movimiento constante y que eran extraordinariamente difíciles de localizar por la aviación o la artillería aliada.
El día 25 se informó que una gran marea negra de petróleo procedente de Kuwait, derramada de forma intencionada por los iraquíes, se estaba extendiendo sobre el Golfo Pérsico dañando de forma casi irrecuperable el medio natural.
Al mismo tiempo, los intentos de alcanzar la paz no cesaron: el 21 de febrero Gorbachov expuso un plan de paz que, en principio, fue aceptado por Irak, pero rechazado por Estados Unidos, que a su vez dirigió un ultimátum de rendición a Irak que no tuvo eco.
La segunda y breve fase de la guerra se inició el 23 de febrero, duró cinco días, y consistió en una contundente ofensiva terrestre aliada. Ese día Estados Unidos, lanzó un fuerte ataque por tierra invadiendo Kuwait y el sur de Irak, que el 27 son ocupados, derrotando y expulsando al Ejército iraquí, que se retiró aniquilado ante el hostigamiento occidental.
Pero antes de la retirada, el Ejército iraquí dejó tras de sí un país kuwatí destruido, y con los pozos de petróleo ardiendo en incendios que tardaron meses en sofocarse.
En Kuwait se restableció de forma inmediata el gobierno del Emirato. El mismo día 27 el presidente Bush anunció el final de la guerra entre los aliados e Irak, que por su parte aceptó el 3 de marzo la rendición impuesta por Estados Unidos.
Restablecida la paz, el día 14 de marzo regresó el Emir a Kuwait desde su refugio en Arabia Saudí, mientras Estados Unidos alentó al pueblo iraquí a derribar a S. Hussein, que por un lado, el día 16, anunció la adopción de reformas democráticas en Irak, y por otro hizo frente a las rebeliones internas y las luchas civiles que estallaron en su país: los shiíes en el sur, y los kurdos en el norte. En los días finales de marzo Hussein aplastó a los shiíes y dominó a los kurdos; que huyeron del país, y a los que se les prestó ayuda humanitaria occidental; afirmándose el gobierno de Bagdad.
El 3 de abril de 1991 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó la resolución del cese del fuego contra Irak, al que impuso unas duras condiciones de rendición, resolución que fue aceptada por Irak el día 6. Y el día 11 Naciones Unidas hizo efectiva el final de la guerra entre los aliados e Irak. En todas sus resoluciones sobre la crisis del Golfo, el Consejo de Seguridad designó a Irak como el Estado agresor, al que castigó y condenó. En su política interna el gobierno de Bagdad acordó conceder la autonomía de Kurdistán, mientras se organizaron e instalaron campos de refugiados kurdos en el norte de Irak bajo la protección de las tropas aliadas occidentales y de Naciones Unidas, que se mantuvieron hasta junio. El 5 de mayo se reunió en Kuwait el Consejo de Cooperación del Golfo que pidió el mantenimiento de las sanciones contra Irak.
Las consecuencias de este conflicto con la intervención militar liderada por Estados Unidos y cuyo resultado inmediato fue la liberación de Kuwait originó importantes cambios en las relaciones y percepciones geopolíticas, pero no alteró la realidad profunda. La guerra del Golfo dividió a los árabes y alteró la relación entre Estados Unidos e Israel. La O.L.P. sufrió un terrible golpe, Siria e Irán se fortalecieron a corto plazo, mientras Arabia Saudí posiblemente se debilitó a largo plazo. En cierto modo, la paz imperó en Líbano.
La Guerra del Golfo había previsto unos objetivos que no se cumplieron, como eran: la caída de S.Hussein que por el contrario se mantuvo fortalecido; la democratización de Kuwait; el contagio civilizador-occidental sobre Arabia Saudí; y el hundimiento de la O.L.P. En cambio si tuvo otras consecuencias no previstas: ligar el final de la anexión de Kuwait por Irak con el principio de la solución del problema palestino-israelí; la pacificación de Líbano por el nuevo papel de Siria; y el estímulo sorprendente que recibió el integrismo islámico.
Una vez finalizada la breve guerra se inició por un lado, el intento del establecimiento de un "nuevo orden mundial", expuesto por Bush en las primeras semanas de la crisis del Golfo, y por otro, el largo y difícil proceso de negociación de una paz global para Oriente Medio, ya antes iniciado parcialmente pero ahora renovado y ampliado, a partir de la nueva situación creada por la crisis del Golfo.