La herida corporal

Publicado el 04 agosto 2013 por Colo Villén @Coliflorchita
Querida hija:
Desearía que ahora que el sol luce con fuerza y el buen tiempo invita a desnudarnos, tus oídos quedaran cubiertos a menudo. Que pudieras sumergirte en un mundo paralelo donde los comentarios oprimidos no te alcanzaran, de manera que quedases para siempre libre y repleta de tu esencia femenina salvaje.
Desearía que no te empapases tan temprano de los cánones de belleza que se van imponiendo, que desconocieras la relación perversa que creamos entre la comida, el sacrificio, la culpabilidad, la belleza y el cuerpo de mujer. Relación que se cuela entre comentarios en la vida cotidiana y ya vas permeando. 
Desearía que no interiorizaras que esto es así, que entendieras que no es normal, por muy extendido que esté, que las mujeres deban sacrificarse simplemente por gustar y que, generalmente, se esconde una gran falta de amor bajo esas conductas, y no sólo de amor propio, sino de amor de verdad, recibido y entregado.  Un vacío que no es fácil de aceptar y, por tanto, sanarlo.
Procuro esquivar, sobre todo en tu presencia, las bromas y comentarios hacia el cuerpo, especialmente hacia el femenino por ser más común que este tipo de ataques recaiga en nosotras. Pero no puedo evitar que esos comentarios ocurran a nuestro alrededor, cuando a menudo escuchas como mujeres de cualquier edad se justifican antes de tomar algo o se privan de ello con pesar. Y al contrario, cuando se sienten orgullosas de sus logros, a pesar de lo dejado en el camino. O peor, cuando se les dice, generalmente otra mujer cercana a ellas, que no lo hagan porque se van a poner como una foca… Estos comentarios son comunes incluso hacia las niñas…  somos capaces de transmitirles tantas miserias que no debería sorprenderme por algo tan extendido… o tal vez, esté en nuestra mano sembrar la semilla del cambio.
La tristeza reside en que este culto a la “belleza” no se expande por salud, lo que nos inculcan es vanidad, por destacar y agradar, por no ser marginada de algún modo… la bandera sumisa que hemos aceptado y lucimos orgullosas… tratando de alcanzar las metas que sin sentido nos fijan, que no hacen más que alienarnos y disfrazarnos de quiénes no somos. Restándonos fuerza, doblegándonos, rompiendo el círculo y entregándonos de nuevo a la estructura vertical, compitiendo sin desear hacerlo, peleando con nosotras mismas… desamándonos, desenraizándonos, descreyendo y desnaturalizándonos.
Y yo, desearía que nadie, aun sin maldad, bromease con tu aspecto o tus antojos. Que el desear tomar algún capricho, que son los que se toman por gusto y no por necesidad, no fuese sinónimo de ganar peso y esto a su vez de fealdad. Que supieras que los estereotipos, las modas y los tópicos tienen la importancia que desees darle, porque nadie habla sin tapujos de lo que se arriesga y sólo se muestra la cara iluminada de la luna.
Que dejásemos de cortar nuestras hermosas alas y nuestra hermosa mente.
Que creásemos lazos sanos entre nosotras mismas y el entorno, que no nos volcásemos hacia fuera esperando encontrar lo no recibido dentro.
Que te sepas lo suficientemente querida y respetada para no enredarte en las trampas, que vivieras tu sexualidad sin cadenas. Que te (ad)mires con seguridad y confianza, también desde tus sombras… porque a partir de ahí todo lo demás: el respeto, la aceptación, el abrazar la diversidad y el Amor en mayúsculas, llega sólo. 

Ilustración de Tamara Adams