Revista Diario

La hermana mayor

Publicado el 29 marzo 2014 por Colo Villén @Coliflorchita
En esta etapa de embarazo, la evidencia de una vida en mi interior es más que clara. El vientre pronunciado y en movimiento y la gran diferencia en el modo de comportarme, a menudo limitada por mis nuevas dimensiones y lo que ello conlleva, deja de manifiesto que se avecinan grandes cambios para todos.
Esta situación supone que toda la familia tome una mayor consciencia de que, muy pronto,  un nuevo ser estará entre nosotros piel con piel, pudiendo interactuar con ella de una manera más íntima y real. Asumir esta nueva realidad es cada vez más palpable para ellos, puesto que yo, como portadora y sustentadora de su vida, hace tiempo que voy desarrollando ese vínculo con ella.
De este modo comenzamos a sumergirnos en el mundo de los hermanos… ¡y me parece algo tan delicado!
Delicado porque tengo la sensación de que se deja poco margen para la naturalidad, para que sean ellos mismos quiénes identifiquen y creen sus propios roles, sino que ya desde el mundo adulto condicionamos una relación que ni siquiera ha tenido oportunidad aún de darse como tal, de tejerse de manera espontánea. Y este aspecto no sólo llama mi atención sino que me preocupa, me mosquea.
En el último mes es constante la lluvia de argumentos en torno a llegada de la nueva hermana que recibe mi hija mayor. Encuentro normal que esto ocurra porque es una realidad y un modo de entablar conversación con ella acerca del tema, que la ayuda a su vez a expresar sentimientos al respecto. Tengo que decir que ella se muestra comunicativa y entusiasta y que reacciona siempre con alegría y cierta timidez. Sin embargo, entre tantas aportaciones, también es común que se deje caer la coletilla de que ahora es la mayor y debe cuidar de su hermanita. Y este hecho es aún más pronunciado si, como es nuestro caso, la mayor es mujer.
Esto es lo que inquieta. Sé que la mayoría responde a frases hechas sin mayor intención, como tantas otras, pero no por ello, a mi juicio, inoportunas. Creo que nosotros como adultos podemos discernir y obrar tal y como deseemos en la crianza, pero ella, mi pequeña, está construyendo su mundo, sus referencias y también su nuevo lugar como hermana, en el cuál debe sentirse cómoda. Y en alguna ocasión me ha sorprendido preguntándome que si ella también cuida de la hermana quién cuidará de ella… como mínimo inquietante que una niña de apenas cuatro años sienta este tipo de vacío e incertidumbre por algo que no va a suceder jamás, ¿no creéis?
Para mí, el cuidado de los hermanos menores por parte de los mayores, a modo imperativo dictado por sus propios padres o cualquier otro adulto al cargo, supone un grave error. Creo que la protección de los mayores hacia los pequeños de algún modo debería brotar de manera innata y siempre ajustada al grado de madurez de ambos. Lógicamente el hermano o hermana mayor se implicará más en la atención y la crianza cuanto mayor sea la diferencia de edad entre ambos, por sentirse más experimentados y capacitados para hacerlo. Creo que es difícil atender a alguien como corresponde cuando aún estás forjando tu propia identidad y poniendo a prueba tus actitudes en el cuidado y defensa de ti misma. Al menos esta es mi opinión, que la expreso sin ningún tipo de conocimiento profundo del tema más allá de mis percepciones y la propia experiencia.
Creo que cuando la diferencia de edad entre hermanos es tal que la hermana mayor sigue siendo pequeña, esto debería suponer una razón suficiente para no sobrecargarla de responsabilidad. Puesto que como padres, la atención y cuidado de cada uno de nuestros hijos son responsabilidades exclusivamente nuestras. Y esto es algo que debemos asumir con todas sus letras, aun cuando decidamos delegar en otros adultos. No le corresponde al hermano o hermana mayor velar por el/la menor de manera sistemática cuando, probablemente ni ellos mismos estén capacitados para hacerlo con garantías sobre su persona. Es decir, cuando se encuentran inmersos en su propio aprendizaje frente al medio, en su relación con otras personas y en la construcción de la imagen que se están creando de ellos mismos. Creo que estas relaciones quedarían fortalecidas si se contase con el sostén de los padres para ambos, eximiendo de responsabilidad al/la mayor, más allá de lo que le brote de manera espontánea.
Y en estas ando,  tratando de explicarle a mi hija que cuando su hermanita nazca todos cuidaremos de todos en la familia, porque cada uno aportamos algo valioso e irremplazable al otro. Tratar de explicarle de un modo sencillo y comprensible para ella que no debe preocuparse por cuidar a su hermana, porque tanto su padre como yo cuidaremos de ambas siempre, que ella podrá participar en las atenciones cuando así lo desee pero que no es su obligación.
Sé que con los años se convertirá en una figura de referencia importante para su hermana, que sus actos y reacciones influirán de un modo determinante en el desarrollo de la pequeña, por eso, desearía que la relación que se establezca entre ambas responda a la espontaneidad y no a la responsabilidad impuesta que podría llevarlas a reaccionar bajo cierta presión a ambas.
Yo soy hermana mayor, y desde mi experiencia, la relación que se establece y la capacidad de asimilar y reaccionar es completamente diferente en función del margen de edad entre hermanos. Cuando tan sólo les distancian unos añitos, como será el caso de mis hijas, considero un error marcar roles de cuidado y atención que no brotan de manera natural. Si para un adulto resulta difícil gestionar ciertas situaciones frente a un menor, tan sólo hay que imaginar de qué recursos dispondrá una niña de corta edad cuando se encuentre desbordada. La repetición de estas circunstancias estoy convencida de que acaba ocasionando carencias, también emocionales, para ambos. Repito que para mí supone un tema delicado, será porque me afecta.
Durante la infancia, todos somos niños y debemos vivir nuestras experiencias como tales. Ni el/la mayor debería acarrear con una serie de responsabilidades que en realidad no le corresponden ni el/la menor debería reconocer en él o ella una figura de autoridad cuando ésta no se basa en la cooperación y el respeto mutuo, sino que viene impuesta. Creo que esto llega a su debido tiempo, cuando las relaciones se han forjado sanamente y suponen un aprendizaje mutuo, a través de las vivencias compartidas.
Creo firmemente que ésta es una labor importante que como padres debemos desarrollar y velar por ella, para aligerar el peso de nuestros hijos e hijas, cualquiera que sea el orden de su llegada a este mundo, y permitir que se construyan relaciones basadas en el entendimiento, el cuidado y el respeto entre todos los miembros del clan, cada cual en la medida de su capacidad de entrega y recogida, cada cual reafirmado y cómodo en el lugar indispensable que ocupa.
Colo Villén
La hermana mayor

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