Siempre he tenido vértigo,
miedo a avanzar en los sueños
que vives estando despierto.
Miedo a que los lunes
algún día se lleven las sonrisas,
a que el viernes ya no vuelva
y a que sus caricias se queden
otra vez en ese casi pero no.
A lo que más miedo tengo
es a que se lleven las sonrisas,
a que la gente deje de soñar
y el mundo solo tenga
días grises, nublados
con desgracias sin solución.
Que si te levantas sin una sonrisa
el día ya no va a tener sentido
y su mirada ya no deseará
besarte entre sonrisas
porque el deseo baila
en cada carcajada
que sueltas al aire,
en la melena suelta
a contracorriente.
En el baile de miradas sinceras
que deja ver todo lo que va después
de una cerveza en ese bar,
al que vamos para encontrarnos
y sin decirlo
los dos somos conscientes
de la realidad que mezclan
las melenas despeinadas,
las sonrisas al aire
y el baile de miradas.