Porque la mayoría de estas historias tiene un final triste, encontrar una con un final feliz es una experiencia uplifting. Recientemente encontré ua de esas historias (Cabbie Hailed for Donating Kidney).
Tom Chappell, un taxista de Phoenix, Arizona, tuvo que conducir para la misma siempre malhumorada cliente por un período de dos meses. Siempre que esta clienta, llamada Rita, llamaba a la agencia por un taxi, era a Tom a quien despachaban. Pero cuando él se percató de que él siempre llevaba a Rita a una oficina médica a recibir diálisis, comprendió que su constante mal humor era el resultado de una severa condición del riñón y de la terapia a la que ella tenía que someterse para sobrevivir.
Cuando supo que Rita necesitaba un transplante de riñón, y que ninguno de sus amigos o familiares podía ser donante, Tom se ofreció como donante. A pesar de que Rita creía que probablemente Tom no sería compatible, se hicieron las pruebas requeridas, y cuando llegaron los resultados, los doctores les dijeron que “…si fueran más similares serían hermanos”.
Dos cosas importantes resultaron de esta experiencia. Primero, que la cirugía está pautada para fines de año y Rita va a tener el riñón que tan desesperadamente necesita. Segundo y más importante, por medio de las pruebas que fueron realizadas para el trasplante descubrieron que la cercanía entre Tom y Rita no era accidental: ellos son padre e hija. Treinta años atrás, luego de un agrio divorcio, la ex esposa de Tom se llevó a su hija y desapareció. Ahora, treinta años después, y gracias al acto de generosidad de Tom, padre e hija se encontraron precisamente en el momento en el cual, en palabras de Tom, parte de la razón para ofrecerle a Rita su riñón era porque el pensaba que de todas maneras él no tenía mucho más porque vivir. Pero como le dijo a Rita, “Esto no solo te ha dado a ti una nueva vida. Me ha dado a mí otra vida.”
Nunca nos rindamos. Nunca perdamos la esperanza.