Revista Diario

La historia del árbol

Publicado el 26 julio 2011 por Arianne7
Cuando era pequeña viajaba muchísimo por cuestiones familiares. No es que seamos unos gitanos...pero en el fondo siempre me he considerado un poco así porque siempre andábamos de un lado para otro. Mis abuelos, emigrantes, viajaban mucho entre Venezuela y Galicia y mi madre y mi padre siempre trabajaron para aerolíneas comerciales ( mi tía era la única normal). Así que cuando nací yo fuí un bultito a disposición de mi abuela, que fué la que se encargó de meterme a Galicia por los ojos. De mis primeros viajes no recuerdo un carallo, como es normal, pero de los que hacía con cuatro, cinco, seis y siete años recuerdo todo. Recuerdo también que me encantaba viajar porque salía de Venezuela y me iba para Galicia.

La historia del árbol

Me encantan mis pantalones mostaza


Galicia para mi era más que mi casa...además, hacía frio, estaban mis amigos, que aún conservo, y mis otros abuelos. Había animales en el campo, praderas enormes por las que revolcarme y llenarme de barro y un río acojonante y tremendamente frio que me parecía parte de un cuento de hadas. Hice también otros viajes a otros muchos sitios...pero a mi lo que me gustaba de verdad era llegar a Galicia porque me sentía muy libre...aunque mi abuela confabulara para tenerme más que cerca ( otro día os contaré como me escapaba con mi vecino para poder ir en bici por ahí).

La historia del árbol

Caracas-Santiago, capturada al final del avión.

Llegar allí suponían un montón de cosas increíbles pero también algunas un poco chungas : Me costaba aceptar que las cosas cambiaban. Un día llegué a casa de mis bisabuelos y busqué a unos gatitos que habían nacido en Octubre del año anterior. Pasé casi todo el día buscándolos sin decir nada porque supuse que andarían por ahí cazando algo y cuando llegó la noche y llegaron mis abuelos para cenar y les conté la historia. Uno miró al otro y sin remilgos me explicaron que no sabían donde estaban y que seguramente estarían muertos. Yo no me sentí mal, pero inmediatamente pensé en el árbol al que siempre me subía y en el que en ese momento ya no me podía subir, porque había crecido un montón. Creo que fue en la vieja casa de mis bisabuelos cuando sentí por primera vez en mi vida que algunas cosas se me escapaban de las manos y que yo no tenía la solución para remediarlo. Por aquellas El tema gatuno tuvo fácil solución; el padre de mi hoy amigo Emilio ( Milocho) me regaló otro al que cuidé un montón y el vecino del camino de arriba nos regaló un cachorro de pastor alemán al que mi abuelo inmediatamente bautizó como Lasi ( tod@s nuestros perras se llamaban Katy o Lasi. No, nadie podía impedirlo) . El tema árbol también. Al de siempre le agregué el plus de un banquito para subirme y después, pueblo abajo, encontré otros muchos de los que me caí constantemente. Acabó el verano, regresé al colegio en Venezuela, llegó navidad, pasó Enero, Febrero...y volvió a llegar el verano y me volví a encontrar con el mismo inconveniente. Los árboles crecían más rápido que yo, los gatos se hacían grandes y pasaban de mi y la perra podía brincar y pasarme por encima sin yo tener oportunidad de controlarla. Esto que escribo aquí parecerá una tontería, pero a otras escalas, es el día a día de millones de trillones y cuatrillones ( soy de letras) de personas en el mundo. Unos porque no tienen medios ni oportunidades, otros porque no las aprovechan...más porque subsistir cuesta y otros muchísimos, aunque muchos me digan que no,porque tienen miedo a los obstáculos. Miedo de enfrentarse a las barreras que se interponen el el camino a la meta.
De pequeña mis obstáculos eran ver que los árboles crecían más rápido que yo, que los gatos se hacían grandes y pasaban de mi y que la perra era más fuerte y más alta. Con nueve, diez y doce años el tema caía en la morriña ( me vine a vivir a Tenerife y aquí todo es muuuy distinto) y en los cambios tan drásticos que experimentaba mi cuerpo y mi vida. Con catorce/quince/dieciseis la morriña de nuevo y el sock que supone no volver a ver a quien más quieres en el universo. 
Ya de grande, cuando pensaba que me comía el mundo con Ketchup y patatas, un montón de inseguridades y desde hace no mucho tiempo un sentimiento de vacío que empezó mucho antes del acontecimiento al que más me ha costado enfrentarme . No voy a entrar en mis tristezas y obstáculos más profundos pero si diré que ojalá y fuesen aquellos árboles, aquellos gatos o aquella morriña. Lo poco que he aprendido en estos últimos dos años de mierda me lo han enseñado a trancas y barrancas mis dos únicos abuelos, las dos personas más sabias que conozco. Una es la gran verdad que me ha costado mucho tiempo entender : la vida no es fácil, pero puedes llevarla, y la otra es la más importante de todas : Solo tu, en tu caso, o yo, en el mío, tenemos el control. Como guinda al pastel hay varias personas clave que queriendo y sin querer me han dado lecciones que no voy a olvidar nunca más : todo recae en querer levantarte. Aunque creas que no puedes, aunque creas que no tienes fuerzas. Porque, y esto lo he escuchado tres mil veces, querer es poder.

La historia del árbol

Emoción en el museo

Evidentemente hay muchos obstáculos distintos y muchas formas de obstaculizarse también...y todas son importantes. Cada uno tiene sus inconvenientes y tristezas y sus momentos buenos y sus momentos malos. El que lea esto pensará que comparar una tristeza, por ejemplo, de la muerte de alguien con la de un niño que no puede alcanzar subirse a un árbol es una tontería ...pero en el fondo, si se piensa bien, es lo mismo. Para mi, en su momento, la felicidad era comer patatas fritas, estar con mis abuelos y subirme a aquel cerezo ( Ay! Que se me olvida el momentazo de la merienda viendo el Xabarín Club). Cuando me subía veía todo mejor, planeaba mis trastadas y me daba el aire fresco, además de que me sentía super importante y muy realizada porque había conseguido lo que quería. Recuerdo que en el intento de treparlo cuando él ya me había superado me caí muchísima veces, jodiéndome las rodillas y firmando así mi sentencia de muerte al llegar a venezuela ( mi madre me reñía por todas las cicatrices con las que volvía). Me resbalaba en la primera rama, me dolían los tobillos y no tenía mucho equilibrio. Me daba miedo mirar hacia abajo, porque era alto y tenía miedo de caerme...por eso muchas veces también pasé de subir, porque desconfiaba de mi agilidad y sabía que me iba a caer.. pero yo quería llegar con todas mis ganas ver a como diera lugar lo que había del otro lado de la finca y sentirme así de bien como las primeras veces; por eso volvía a treparlo aunque me metiera el hostión del siglo. Esto es lo que nos pasa siempre a todos cuando empezamos algo y no nos sale como queríamos...por eso creo firmemente en que nuestra felicidad es como subir a un árbol. Solo es cuestión de levantarte y volver a intentarlo.
Con esto no pretendo dar una lección...y mucho menos un consejo ( odio a la gente joven que da consejos) simplemente intento aclarar mis ideas y de paso transmitirlas, por si a alguien le sirve de algo. Yo no seré nunca la más adecuada para decir un montón de cosas pero en caídas descomunales soy toda una especialista. Lo que intento decir es que en ciertos aspectos no todo está perdido. Puedes volver a trepar si te caes, puedes levantarte después de haberte recuperado del hostión o puedes, tarde o temprano, aprender a hacerlo bien. También, si sabes trepar, puedes aprender a mantener el equilibrio, cosa difícil a veces. No sé. Como dije antes, todo está dentro de ti y tu eres quien lo decide. La vida ( el árbol y sus vistas) pueden llegar a ser preciosas.

PD1:  Esta era una de mis canciones preferidas...y viene mucho al cuento.  PD2 : Acabo de ver urbano es crito con h. Si, “hurbano”. 


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