Trata de un joven campesino y jornalero rumano de pobreza extrema que se ganaba la vida haciendo trabajos extra para el sacerdote del pueblo donde vivía. Tenía todas las intenciones de viajar a América, no porque supiera que existía las posibilidades de una guerra, pues él vivía ajeno a todo; Johann Moritz era un hombre de una inocencia exasperante, como supongo deben serlo quienes viven sus vidas ajenos a cuanto ocurre fuera de su entorno. Sus planes para marcharse a América al día siguiente se ven interrumpidos la víspera, cuando esa noche, al despedirse de su novia, el padre se entera de que ella no está en casa. Johann se hace cargo de la situación y a partir de allí empieza su tragedia.
La historia que contiene datos autobiográficos del autor, Virgil Gheorghiu, probablemente por la experiencia adquirida como secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rumania, cobra mayor valor si se quiere, desde esa perspectiva. Vio cómo la vida era difícil en una época donde era fácil caer en manos de cualquier enemigo, sean estos bolcheviques, aliados o neutrales. En situaciones así las diferencias de clase no existen, simplemente se es un ser humano desnudo ante cualquier tipo de injusticia. El libro tiene una parte retórica sobresaliente que se aleja de los pensamientos elementales de su protagonista, y es la que va transcribiendo otro de los personajes, uno que desea ser escritor: transforma los pensamientos de Johann Moritz en palabras sublimes, pues todo lo que separa a un inculto campesino de un pensador es la manera de expresarse.
El argumento es tan brillante que mereció ser llevado a la pantalla por Carlo Ponti. Antony Queen encarnó al campesino Johann Moritz. Virgil Gheorghiu, el autor, en la vida real, fue detenido por las tropas americanas al final de la guerra y se radicó finalmente en Francia, en donde surgió un escándalo al salir a la luz un libro publicado por él con anterioridad: "Ard malurile Nistrului", en el que atacaba a los judíos y alababa a las tropas de Hitler.
Para cualquiera que haya pasado por la tragedia de aquella época y sea judío, la obra de Gheorghiu es inverosímil. Un judío nunca tuvo posibilidades de sobrevivir durante tanto tiempo en las condiciones que se cuenta en la novela. Eso lo sé por fuentes fidedignas. Es verdad que hubo muchos sobrevivientes, pero ninguno de la manera como se describe en La hora 25. Con todo, y dada la capacidad imaginativa del autor, vale la pena leer el libro, en el que lo más sobresaliente son los pensamientos del escritor vertidos a través de los escritos de Traian, el hijo del sacerdote Koruga.
¡Hasta la próxima, amigos!