¿Cuántas veces se te ha ocurrido una idea? Tú, que tienes la mente siempre pensando en escribir, ¿cuántas veces has dado con una frase, el nombre de un personaje, o la idea clave para elaborar un primer esbozo de tu historia? Muchas, ¿verdad? Y ahora sé sincero, ¿cuántas veces esa idea, ese regalo fugaz de las musas, se ha echado a perder porque no la has anotado en cualquier sitio (lo que más te pillara a mano) y al ir a escribir no has recordado ni la mitad de lo que habías pensado?
Es lo que tienen las ideas, que nunca sabes cuándo van a llegar a tu mente. Que no sabes en qué momento aparecerán y qué motivará esa aparición. Puede que sea una canción, un nombre propio o un lugar, incluso un acontecimiento cotidiano. Tampoco sabes la hora a la que van a llegar, porque las ideas no llevan reloj y porque les da igual si estás apunto de dormirte, si estás delante o no del ordenador o si estás fuera de casa. Las ideas llegan inesperadamente e inevitablemente y no las puedes controlar. Puedes llevar meses sin escribir una sola frase con cierto sentido y de pronto, una sola idea llega y te muestra la próxima historia que quieres escribir. Esas ideas son verdaderos regalos, una de esas cosas que tenemos los humanos, sobre todo si somos humanos creativos. Pero para que no se echen a perder y se queden aparcadas en algún lugar recóndito de nuestra memoria, tan lejos que quizá no volvamos a tenerla a mano hasta dentro de años, es mejor anotarla. Apuntarla. De una forma breve, con un resumen extenso, con más o menos detalles, quizá sólo es cuestión de una palabra, quizá son cientos.
Lo ideal es llevar boli y papel siempre a mano. Pero si no, ahora con los móviles supersónicos que hacen de todo y encima llaman, ¿por qué no aprovechar las funciones que tienen para que sirvan de libreta de apuntes? No pierdas una idea por no saber guardarla. Twittéala si hace falta. Piensa que atrapando una idea, estás atrapando algo muy fugaz, como una estrella, que puede dar lugar a algo más grande en un futuro.
O puede que no, pero merece la pena arriesgarse.