La huelga

Publicado el 08 mayo 2011 por Gasolinero

Efectivamente, el punto más alto de la península Ibérica es el Mulhacén, curioso pero inexorable. Hasta hace poco se ha pensado que el centro del orbe está en la estación de Perpignan, según Dalí la Gare rosellonera es el ombligo del universo. No te dejes engañar, subjetivo lector, el centrum mundi está, cómo habrás descubierto si eres seguidor de estas píldoras, en Tomelloso.

Aconteció que a finales de la de la década de los ochenta del pasado siglo, todas las organizaciones agrarias, de izquierdas y derechas, se pusieron de acuerdo dada la insostenible situación de campo, para efectuar paros, movilizaciones y todo tipo de acciones necesarias para hacer notar la crisis del agro y reivindicar medidas para mejorar la situación. Por cierto que la crisis del campo es tan eterna y recurrente como la del teatro.

La situación se fue enrareciendo y se llegaron a cortar, con tractores y maquinaria, las carreteras, se establecieron piquetes para que no saliese nadie a trabajar y se llegó a hacer huelga general, al menos un día, en Tomelloso y Argamasilla de Alba. En estos dos municipios se interrumpió durante varios días el paso de la carretera nacional 310, importante eje de comunicaciones entre Levante y Andalucía. Sólo autorizaban pasar las urgencias, previamente valoradas por la organización.

Cuando aquello llegó a ser insostenible y con miles de vehículos atrapados entre los dos pueblos, el gobernador dio orden a los antidisturbios de la Guardia Civil de despejar la carretera. Cómo les pillaba al paso, comenzaron por Argamasilla, resultando una verdadera batalla campal. Unos y otros se molieron a palos. Al final, los picoletos tomaron el pueblo, breando todo lo que movía. A resultas de aquello, a los pocos días, arrancaron con un tractor un monolito que a la entrada del pueblo homenajeaba a la benemérita y lo redujeron a polvo.

Una vez que tuvieron la villa cuna del Quijote bajo control, continuaron a Tomelloso, donde ya habían sido avisados los organizadores, a restablecer el orden ciudadano y dejar libe la carretera.

Al llegar a la cabeza del corte, el comandante al mando de las fuerzas se dirigió a los huelguistas conminándoles a despejar la carretera, retirando los vehículos que cortaban el paso. El primero del piquete, activísimo miembro, incluso ahora, de cualquier acto reivindicativo y propietario de una mula mecánica, gritó:

—¡De aquí no se mueve nadie!

—¡Capitán, de la orden! —dijo el mosqueado mando, comenzando en ese momento a bajar civiles de las furgonetas armados hasta los dientes.

—¡Espere, espere! —exclamó el de la mula mecánica— No hace falta que se lo tome usted a mal, ya nos vamos. —y dirigiéndose a la fila de tractores— ¡Venga chicos, nos vamos a casa!

Y así acabo la huelga, que en Tomelloso a pesar de ser el centro del orbe, no somos tan valientes cómo en Argmasilla.

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