Revista Diario
La huida del jinete sin cabeza
Publicado el 08 noviembre 2011 por BloggermamEl jinete sin cabeza atravesó raudo el puente de madera que separaba su país del mundo de los vivos.
Lejos de causar temor, como sucedía al otro lado del puente, una muchedumbre se arremolinó inquieta esperando las noticias que portaba el jinete.
Éste se tomó el tiempo suficiente para recuperarse de su agitada cabalgada. Al recobrar la presencia de ánimo tomó su propia cabeza y con acostumbrada destreza volvió a encajarla entre sus hombros.
Con aire inquieto dijo: “Nuestras peores pesadillas se han hecho realidad. Una horda de gente sin ningún tipo de vergüenza se acerca veloz hacia nuestro poblado. Quieren retratarse en todos los rincones donde estuvo el mítico Sleepy Hollow. Quieren ver su tumba, comer dónde él comió, profanar el lecho en el que descansó, incluso amenazan con difundir el lugar en el que miró románticamente a la Luna por primera vez.”.
El jinete sin intención de descabalgar de su montura, inclinó apesadumbrado la cabeza y con apenas un hilo de voz añadió: “Les entretendré todo el tiempo que me sea posible…huid” . Tiró de las riendas de su corcel para regresar hacia el puente y plantar cara a aquellos miserables desvergonzados que con sus antorchas iluminaban sin ningún tipo de pudor una hermosa noche sin luna.
A sus espaldas el pánico se apoderó de todos los moradores que sin perder un instante abandonaron en sus casas pertenencias, recuerdos y vidas. Subieron a lomos de sus caballos negros embozados en negras capas, partiendo al galope al tiempo que se quitaban la cabeza de los hombros para que nadie pudiera ver la horrible mueca que dibujaba en su rostro la mezcla de miedo a los invasores y de vergüenza por tan apresurada huida.
Al galope partieron, en solitario, dejando a su espalda el maldito puente y dirigiendo la desbocada carrera de los corceles hacia el acantilado que les defendía del mundo de los vivos. Al llegar al borde del precipicio espolearon con mayor furia a las bestias cuyos cascos comenzaron a pisar con fuerza la madera de docenas de puentes que brotaron de la nada, para permitir el éxodo de los jinetes sin cabeza a otros mundos en los que la gente sentiría miedo al oír el galope de un jinete que oculta su cabeza por vergüenza.