¿Por qué me pusieron el dichoso nombre? Real como la vida misma, nací el veintiocho de abril y el resentido de mi padrino, mi tío Godofredo (que nació el veintisiete de diciembre) dijo:
- El niño se llamará Afrodisio, como el santo del día de hoy.
Lástima no se hubiera quedado, a instancia divina, mudo cinco minutos antes de esta frase.
Los niños son muy crueles, no voy a descubrirlo ahora, pero es verdad, mi infancia es un mundo de dolorosos recueros de burlas y humillaciones por parte de todos los niños que conocían mi nombre, claro que no podía quebrarles la cintura, haciendo que me llamasen por mi apellido: Gegundez, era caer en las brasas desde la sartén de la burla y la rechifla.
La adolescencia me juntó con una cierta parada de monstruos, mis mejores amigos fueron: Alipio “Ali” para los amigos, Demetrio “Deme” y Obdulio que astutamente había mutado su nombre de guerra por el de “David”. Yo con un estúpido orgullo de casta, me negué a embalsamar mi nombre frente a extraños, el que me quiera, que sea por el lote completo. La verdad es que con esos nombres y nuestra belleza interior oculta, sólo conseguíamos salir con muchachas que eran verdaderos desechos de tienta y tan terriblemente aburridas como nosotros.
Tampoco consentí que me abreviaran el nombre, lo de “Afro” suena fatal, un poco étnico el término, cuando me llamaban así, no hacía ni caso, sobre todo a mi prima Penélope.
- Pero primo, ¿por qué no me respondes cuando te llamo Afro? Es un nombre más bonito, queda muy “cool”.
- ¿Tú me responderías si abrevio tu nombre y te llamo “Pene”?, desde luego quedaría muy “hot”
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Luego vinieron muchos años de aguantar al típico graciosillo que te decía:
- ¿Afrodisio o Afrodisíaco? Con ese nombre ligarás mucho ¿no? Ja ja
Y claro a mi sólo me quedaba mirarle con cara de conmiseración y darle a entender que su ocurrencia era muy original y a nadie más se le había ocurrido, mientras apretaba los puños para evitar que me venciera la tentación y le cogiera del pescuezo como un pollo y me enseñara cuan larga tenía la lengua.
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Un día todo cambió, la luz llegó a mi corazón y me iluminó el alma.
- Felicidad.
- Igualmente, te deseo lo mejor.
- No, es que me llamo Felicidad.
- ¡Ah! Perdona chica mi torpeza, yo me llamo Afrodisio.
- ¡Que bueno!, mi prima tiene un hamster que se llama igual.
La verdad es que nadie me había dicho una cosa igual, la miré y me quedé prendado de su perfección, obviando claro está algún rasgo peculiar que marcaba su personalidad, como esas patillas a lo “Pantoja”, esa tez morena a lo “De la Vega” con arrugas incluidas y esa naricita a lo “Rosy de Palma”. Todo un conjunto que daba armonía a su cara, una cara angelical como ninguna, Murillo mismo, la habría tomado como modelo para dibujar sus angelitos.
Dicen que el amor es ciego, pero la verdad es que me enamoré de ella al instante, mi corazón corría desbocado en su presencia.
- ¿Quieres salir conmigo?
- ¿A dónde?
- No, si digo que para todos los días.
- Vale, no tengo con quien salir. ¡Huy! Quizás no debí decir eso, vas a pensar que no valgo para salir con nadie, o que nadie quiere salir conmigo porque dicen que soy fea.
- Eso es que no te miran con los ojos del corazón como te miro yo.
- ¡Hay que ver! Que cosas más bonitas dices, oye, ¿No será que me estás camelando para llevarme a la cama y luego si te he visto no me acuerdo?
- No mujer, no seas mal pensada, lo mío es más espiritual.
- Bueno, de todas formas no vayas a pensar que soy una estrecha, porque yo, aquí donde me ves, soy partidaria de las relaciones prematrimoniales.
- ¡Toma, y yo!- Exclamé alborozado.
Y así dio comienzo mi maravillosa relación con Felicidad, no hay nada como vivir con tu alma gemela, genio y figura hasta la sepultura.