Yo juego en un equipo femenino de fútbol siete, en la liga de Fulanita de Tal, en Madrid Río. Empecé hace tres años gracias a mi amiga Vero y entonces ya alucinaba con los nombres de cada equipo. El nuestro es Pintan Copas F.C. y los demás... para muestra un botón.
Y si le ponemos nombres a las cosas que amamos, también se lo ponemos a las empresas que creamos. La identidad corporativa de una compañía es mucho más que su nombre, vale, pero también hay ocasiones en las que el nombre es más que determinante para el negocio. El nombre es el elemento de mayor duración de una marca y suele ser una de las decisiones de marketing más importantes, de ahí que tomar una decisión a la ligera, sin pensar en la competencia, en la internacionalización o en las posibles rimas (si, incluso ésto) pueda ser catastrófico.
Y como vivimos en un mundo globalizado también hay que pensar en los diferentes significados de la marca en otras partes del globo: todos recordamos el Mitsubishi Pajero, aquí conocido como Montero. Y es que el mundo automovilístico es un filón: Nissan Mono, Mazda Laputa, Renault Klia (que al final fue Clio porque en sueco lo primero significa formicar), el Alfa Romeo 144 (que finalmente fue 145 porque el otro es el prefijo que se usa al llamar a las lineas calientes en Italia), el Fiat Strada de USA (que no pudieron llamarlo Fiat Ritmo porque rhythm se utiliza de forma vulgar para hablar de la menstruación de la mujer) o el Seat Málaga (que en Grecia fue Seat Gredos porque Málaga alli es μαλάκα (malaka), que significa "pajero"). Y cuando uno va aprendiendo idiomas descubre nuevos significados y nos preguntaremos por qué un fabricante de ruedas le puso piedra-del-puente a su marca (Bridgestone), por qué aquella pizzeria que presumía de "herpes" o recordaremos el reciente epic fail lingüístico de que en sueco (el idioma de IKEA) tarta sea kaka.
Así, el nombre de tu empresa puede pasar del qué pasa al qué lavas plagiando al famoso Whatsapp, puede significar "mierda" en inglés o puede ser un restaurante llamado "Cuatro estaciones" que permanece cerrado hasta la primavera.
Y hablando de lo importante que es el proceso de creación del nombre de una compañía, el naming y las marcas ¿no hay un método que cualquiera pueda utilizar para no caer en estas curiosas aberraciones? Pues algo hay. Ponerle nombre a una marca es un proceso de creación de identidad para que diferenciarla del resto, sabemos que cada palabra estimula un grupo neuronal específico y también conocemos un método divertidísimo para "ponernos a pensar", como fase inicial, en el nuevo nombre de la criatura. Se llama Método Roberta y, como cuenta Sora en Haz el blog y no la guerra, se basa en la siguiente situación:
La vi desde el otro lado de la calle, a través del cristal de la cafetería. Su suave piel blanca iluminaba el día. Tenía un sedoso cabello dorado recogido en una cola que caía suavemente hasta su esbelta cintura. Entré en la cafetería, escuché su dulce voz, me acerqué y pude descubrir por fin su nombre, dibujado con letras ribeteadas en cursiva: ROBERTA. ¿¡Ro-ber-ta!?
¿Acaso esperabas a Dulcinea? Hay familias que no se toman el naming a la ligera y pasan a experimentar con sus retoños. Puedes llamarle Email o Wiston Churchill a tu pequeño o marcarte un remix de superhéroes mezclando Batman, Mister Bin y Superman en una misma persona. ¿Quién NO va a contratar a este señor singapurense?
Pero ahora, el que más me gusta a mi, el naming de los pueblos de nuestra España profunda, la del turismo al volante por lugares recónditos y entonces si, quizás un día conduciendo por Jaén llegues a Guarromán. O puedas circular a cincuenta por Aveinte.