Revista Talentos

La inadvertida felicidad

Publicado el 03 junio 2014 por Elinfiernodebarbusse
La inadvertida felicidad
«He observado en las vicisitudes de una larga vida que las épocas de los más dulces gozos y de los placeres más vivos no son, sin embargo, aquellas cuyo recuerdo me atrae y afecta más. Estos cortos momentos de delirio y de pasión, por vívidos que puedan ser, no son, sin embargo, y de ahí su vividez misma, más que puntos desparramados en la línea de la vida. Son demasiado escasos y demasiado rápidos para constituir un estado, y la felicidad que mi corazón echa de menos no está compuesta de instantes fugaces, sino de un estado simple y permanente que nada tiene de vivo en sí mismo, pero cuya duración acrecienta el encanto hasta el punto de encontrar en él por fin la felicidad suprema.
Todo está en flujo continuo sobre la tierra. Nada en ella guarda una forma constante y fija, y nuestros afectos que se vinculan a las cosas exteriores pasan y cambian necesariamente como ellas. Siempre por delante o por detrás de nosotros, recuerdan el pasado que ya no es o previenen el futuro que con frecuencia no será; no hay ahí nada de sólido a lo que el corazón pueda ligarse. Tampoco aquí abajo hay otra cosa más que el placer que pasa; en cuanto a la felicidad que dura, dudo que sea conocida. Apenas hay en nuestros goces más vivos un instante en que el corazón pueda verdaderamente decirnos: "Quisiera que este instante durara siempre". ¿Y cómo se puede llamar felicidad a un estado fugaz que nos deja además el corazón inquieto y vacío, que nos hace añorar alguna cosa anterior, o desear alguna futura?
Pero si es un estado en el que el alma encuentra un asiento lo suficientemente sólido para descansar toda entera y reunir allí todo su ser, sin tener necesidad de recordar el pasado ni de saltar sobre el porvenir; en el que el tiempo no sea nada para ella, en el que el presente dure siempre sin marcar, no obstante, su duración y sin huella alguna de sucesión, sin más sentimiento de privación ni goce, de placer ni pena, de deseo ni temor que el único de nuestra existencia, y que este sentimiento sólo pueda colmar toda entera... mientras tal estado dure, quien se encuentre en él puede llamarse feliz no de una felicidad imperfecta, pobre y relativa, tal la que se encuentra en los placeres de la vida, sino de una felicidad suficiente, perfecta y plena, que no deja en el alma ningún vacío que ella misma sienta la necesidad de colmar. Tal es el estado en que me encontré con frecuencia en la isla de Saint-Pierre en mis ensoñaciones solitarias, tumbado en mi barca que dejaba a la deriva al gusto del agua, o sentado al borde del lago agitado, o en cualquier parte, a orillas de un bello río o de un arroyuelo murmurando entre guijarros».
(Jean-Jacques Rousseau. Las ensoñaciones del paseante solitario, 1782)

Imagen: Caspar David Friedrich. Kreidefelsen auf Rügen (detalle), ca. 1818

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