Si junio fue una locura para mí, el mes de julio tampoco se quedó corto. Creo que ha sido uno de los momentos en los que mi mente ha estado no solo más activa, sino también bastante ocupada. Que si cursos, que si estudios, que si más estudio... Fue tal el nivel de ocupación que ni siquiera me di cuenta de que ya había llegado la hora de hacer mis maletas, despedirme y coger un avión hacia Barcelona. El curso de inmersión lingüística de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo me esperaba.
Antes de explicaros el curso en sí, debería contaros cómo conseguí hacer el curso. Fui con una beca que ofertaba el Ministerio de Educación de España. Con esta beca, a diferencia de otras, no te ingresan el dinero a ti, sino que el importe del curso lo paga el MEC sin ponerte a ti de intermediario. El desplazamiento corre por cuenta del alumno.
Una vez hayas superado la preinscripcion, que se hace a través del servicio online del Ministerio, te envían la confirmación de que estás en la lista de admitidos y que puedes hacer un examen para ver tu nivel. El examen consiste en cincuenta preguntas de tipo test de gramática y vocabulario, sobre todo. Tienes que sacar como mínimo un aprobado (5) para seguir en la lista de admitidos y pasar a la siguiente fase, que es la de elegir destinos.
Tienes que elegir cinco destinos como mínimo, en las fechas en la que el curso esté disponible y que mejor te vengan, obviamente. Yo, además de Barcelona, elegí Valencia, Granada y Madrid.
Aunque me gustaría explicaros todo el curso día por día, os voy a explicar un poco mi vivencia general con el curso, ya que hubo tantísimas cosas que seguro que se me escapan muchísimas y tampoco me gustaría eso. Voy a explicar de qué trata el curso, su funcionamiento...
El curso, básicamente, y como su nombre indica, trata de la inmersión lingüística, es decir, que te sumerjas en el idioma hablándolo todo lo posible. Para ello, los profesores son nativos y las clases, evidentemente, son en inglés. No se permite (en estas) el uso del español para comunicarnos, teniendo que usar el inglés como única vía de comunicación entre el profesor y el resto de alumnos.
No solo se habla inglés en las clases, sino también en la hora de comer y la de cenar, en la que van rotando por nuestras mesas asistentes de conversación (que casi siempre son los profesores, aunque hay algunos que están de prácticas, simplemente) para que nos comuniquemos en inglés también durante este tiempo.
Las clases suelen centrarse, no solo en la comunicación oral, sino también en muchos juegos y actividades que hacen posible que podamos demostrar nuestras destrezas con el idioma, como el Stop the bus, situaciones de conversaciones reales (como una entrevista de trabajo), o juegos como Tabú o Password con el vocabulario que íbamos aprendiendo.
La parte más dura (sí, hay una parte dura) era la de la exposición y fue un tema que nos fue acompañando toda la semana. No solo porque tuviéramos que preparar una exposición de diez minutos sobre un tema que no fuera el típico (comida, nuestros estudios o la ciudad de donde veníamos), sino que apenas teníamos tiempo apenas para respirar. Y claro, todo se complicaba.
Lo que sí que me gustó mucho fue que íbamos preparando presentaciones de un día para otro, cada vez más largas y complicadas, acerca de temas diferentes, por lo que era una especie de método para romper el hielo. O mejor dicho, el cascarón en el que estábamos metidos. También aprendimos mucho del mejor complemento a una buena presentación: el lenguaje corporal. Mis presentaciones fueron acerca de mi viaje a Oxford, el fanatismo religioso en un entorno no-religioso (por ejemplo, el uso de burkas en España) y, por último, acerca de la traducción.
Hablé de qué trata la traducción, quiénes son los traductores, cómo puedes convertirte en uno, dónde trabajan, cómo se buscan el trabajo, por qué los traductores automáticos no pueden superar a los reales y algunos mitos sobre los traductores (los cuales tuve que centrar, sobre todo, en la no-distinción de traducción e interpretación por parte de algunos).
También hay que añadir que hay excursiones todos los días de la semana, a los cuales hay que ir, obligatoriamente, a dos. En Barcelona fueron un paseo por las Ramblas y el Barrio Gótico, Montjuïc, el Parque del Laberinto y el Parc Güell. La verdad es que estuvieron bastante bien, aunque me faltó un poco de «guía turístico» por ahí...
De todas maneras, resumiendo, el curso es bastante bueno y aprendí muchísimo, sentimiento que comparto con muchísimos de mis compañeros, y por lo que me llevo un buenísimo sabor de boca. Espero volver a hacer este curso pronto, puesto que me sirvió de muchísimo no solo a aprender a expresarme mejor, sino también a sacar más confianza al hablar inglés, cosa que me servirá para mi futuro.
Antes de irme, me gustaría agradecer a Orsi, a Krystallo y a Hamish (mis profesores) todo lo que hicieron por nosotros, puesto que nuestras clases eran muy, muy intensas y nosotros les dábamos mucho trabajo... Espero volver a verlos pronto, porque no solo son buenos profesores, sino que también son grandiosas personas.
Y hasta aquí mi entrada de hoy. Espero que os haya gustado y que, como siempre, me contéis acerca de si habéis vivido esta experiencia, si la conocíais o si pensáis hacerla.
¡Un saludo desde Málaga al mundo!