La lámpara

Publicado el 20 octubre 2020 por Aidadelpozo

Encontré la lámpara en el mercado de antigüedades de Blasstbourne: una lámpara de aceite antiquísima con incrustaciones de marfil y jade. Se encontraba tan sucia y deteriorada, que apenas se podían distinguir los dibujos que la adornaban.
El anticuario que la vendía pudo ver mi interés por aquella pieza y no dudó en aumentar en varias libras el precio que ofrecí por ella.
Sin embargo, llegamos a un acuerdo cuando decidí quitarle de las manos una bandeja policromada con una oferta más que justa, si incluía ambas piezas y dejábamos de regatear.
Cuando llegué a la posada en que me hospedaba temporalmente, hice lo que se esperaba de mi condición y lo que mi corazón tanto ansiaba.
Froté la lámpara para sacarle brillo y esplendor y de esta salió un humo denso y azul que envolvió toda la estancia.
Anhelé más que nunca mi hogar, a mi mujer y a mis hijos, que me esperaban dentro de aquella lámpara. Rememoré también aquellas ocasiones en que los crédulos "dueños" de la lámpara, gracias a sus deseos poco concretos, acababan convertidos en inodoros, botijos o ventanillas de bancos.
Decidí no escapar más de mi rutinaria vida de genio, regresar a mi zona de confort y dedicarme a conceder (o no) los cotidianos tres deseos a aquellos mortales que, por suerte o por desgracia, fuesen mis dueños. Amara, mi esposa, preparaba caldo y toda la lámpara olía a hogar. Mis niños gritaron mi nombre y yo me evaporé, introduciéndome de nuevo en mi casa. Hogar, dulce hogar...