Revista Diario

La larga marcha, de Stephen King

Publicado el 16 febrero 2025 por Jimmy Fdz
La larga marcha, de Stephen King
Biblioteca Nacional S13E02. No sabía que este libro estaba en las estanterías de la B.N.P.D. así que cuando lo vi aproveché de inmediato y ¡zuácate!, cambiando un poco mis planes, pero como la aparición de Las manos del general ya había cambiado mis planes entonces pensé que cambiarlos un poco más estaría de fábula, viejo. La larga marcha me interesaba sobremanera por dos razones: primero, porque King originalmente publicó esta novela bajo el seudónimo de Richard Bachman, firma bajo la que ha publicado novelas excelentes (sobre todo Carretera maldita, una de sus mejores obras en general en mi modesta y aún no completamente informada opinión); segundo, porque ésta es la primera novela escrita por Stephen King, cuando tenía 18 o 19 años, en sus tiempos de universidad. ¡La primera! Obviamente teníamos los colmillos largos para ver cómo se manejaba cuando apenas había salido del colegio.La larga marcha, de Stephen KingLa larga marcha, de Stephen King

Es una obviedad decirlo pero tampoco tanto. Además, creo que se viene notando hace rato por acá. Me gusta más la prosa, la forma de escribir del primer King que del más reciente. Aún me queda mucho por leer de su época intermedia, digamos los 2000 y finales de los noventa (o la década noventera completa), período que a priori defino como auto-revisionista (me guío por Un saco de huesos y Dolores Claiborne, únicas lecturas mías de dicho período arbitrariamente definido por mí), puede que más sofisticada, pulida y depurada en cierto sentido que la época comprendida desde que comenzó a publicar a mediados de los setenta y abarcando los ochenta completos, en donde, quizás azuzado por sus tormentos personales, la obra de King era mucho más oscura, pesimista, brutal, a veces tan insoportable que era mejor pausar la lectura, y no sólo por los hechos en sí, por esos argumentos demenciales y grotescos, sino que por la misma forma de escribir, elegante y minuciosa a la vez que indefectiblemente cruel, como si King estuviera metiendo no el dedo sino que la pluma en la llaga, en la herida, hendiéndola en sus tejidos sin consideración alguna. No me digan que no se nota, sobre todo en sus mejores cuentos, que por tener extensiones más acotadas resultan ser experiencias más reconcentradas e intensas, perfectas ilustraciones de mi punto. Dicho esto, ya en tan temprana etapa de su carrera (¡antes de que su carrera comenzara!) se nota que es la mano de King la que escribe; se nota, aún más, que no es esa forma como paternalista, alimenticia y algo didáctica con que escribe últimamente, en donde destaca su dominio y oficio, claro, pero también cierta comodidad, incluso cierta pereza (y perdónenme por decirlo). A estas alturas del partido, King no tiene que demostrarle nada a nadie, él lo sabe, quizás por lo mismo no tiene esa necesidad, esa pulsión, de plasmar en carne viva las historias en el papel. Que no siente el deseo de desafiarse, de exigirse.

La larga marcha, sin ser un prodigio de novela, tiene esa energía intensa y rabiosa que tanto apreciamos por acá, y para ser escrita por un joven de 18 o 19 años, sí está muy bien escrita, con una atención al detalle, tanto a nivel psicológico como descriptivo, que se extraña en su época más reciente. La novela nos sitúa en un futuro indeterminado y distópico, en una sociedad totalitaria gobernada por un tal Comandante, mano dura y todo eso, en la que una vez al año se lleva a cabo La larga marcha, un macabro juego/competición en el que cien adolescentes caminan, tan sólo eso, caminar por las carreteras de Maine y sepa Dios cuántos Estados más, hasta que quede uno en pie, obviamente sin detenerse nunca ni disminuir la velocidad bajo el mínimo permitido. La novela comienza cuando comienza la competición y termina cuando el último muchacho ha caído, dejando un solo ganador. Es una competencia a muerte, por si olvidé decirlo: si los competidores no respetan ciertas reglas, unos soldados que los siguen en auto los matan; también pueden morir del cansancio, de la insolación, de la deshidratación, de una descompensación, ya saben, las posibilidades de morir son virtualmente infinitas. Son 350 páginas de una larga y extenuante caminata en la que King transmite a la perfección el agotamiento, la desesperación, la impotencia, la desorientación, demostrando, a tan temprana edad, un gran talento para todo: para la descripción de paisajes, tan bellos y vastos como tenebrosos y claustrofóbicos; para describir el aplastante y asfixiante paso del tiempo; para retratar e identificar plenamente, a consciencia, a gran cantidad de personajes, con sus respectivas y particulares identidades, circunstancias, ideales y psicologías, sin perder el foco ni enredarse o confundirse; para entregar cápsulas de información naturalmente incluidas en diálogos o recuerdos, aprovechando la construcción de personajes, sin parecer exposición barata; para construir todo un mundo a partir de detalles adyacentes o tangenciales o colaterales, como quien distingue una figura no por la figura en sí misma sino que por el trasfondo del que cuya silueta destaca.

Todo esto sin hacerse cansino ni repetitivo (aunque el cansancio, la angustia, de los personajes se palpa), ni tampoco denso o pesado. Es increíble pero es verdad: King alterna perfectamente entre la competición, lo humano, lo descriptivo, ya me entienden, no es que de repente se quede, no lo sé, diez páginas enteras con el diálogo de dos personajes mientras lo demás (que es muuuucho) queda en segundo plano, al contrario, de verdad te mete en esta penosa y cruel caravana de competidores cada vez más diezmados física y anímicamente, desde la vanguardia hasta la retaguardia, con el público haciendo barra a los costados de las carreteras (como si fuera el Tour de France) y los militares siguiéndolos de cerca y monitoreando el cumplimiento de las reglas, como si estuvieras ahí mismo, en medio de todo el alboroto, mirando aquí y allá, sin perderte nada. Es un relato asombrosamente fluido y dinámico tomando en cuenta sus características argumentales. Desde luego, podemos hacer toda clase de interpretaciones, desde la más existencial (que esta Larga marcha es como una alegoría de la vida, el camino arduo y extenso que le espera a todo joven y que nunca será fácil) hasta la política (la Larga marcha como crítica de, no lo sé, el reclutamiento de jóvenes en la Guerra de Vietnam; la utilización de los jóvenes como meras herramientas para los peces gordos) y la social (la gente y su gula por los espectáculos grotescos y morbosos, esta burda idea de dura competencia como reflejo de la fortaleza o virilidad, que para ser un "triunfador" hay que derramar sangre, sudor y lágrimas), pero lo cierto es que King no recalca nada, solamente sugiere retazos generales pero elocuentes e ilustrativos que permiten al lector pintar un lienzo más completo y generalizado. Mi único achaque viene a ser algo que, esto si, se ha mantenido constante y transversal en toda la obra de King, desde sus primeras letras hasta las más recientes: que a veces se saca de la manga recursos argumentales forzados y rebuscados para que la trama avance de la manera más conveniente y algo previsible (el "enfrentamiento" final estaba cantado del principio y sin embargo no se sintió natural; para qué hablar del deceso de varios personajes que, a priori, se veían más fuertes y resistentes que el protagonista, y sin embargo, de repente, ¡snap!, perecen así como así) sin inmutarse en lo más mínimo. No es algo que se vea en tooooodas sus obras, pero es cierto que a veces a King no se le da muy bien eso de los terceros actos y clímax.

De todas formas La larga marcha es una novela intensa y que te atrapa, y que además no te suelta en ese camino en donde, junto a los personajes, empiezas a sufrir cierta desesperación y desazón, sobre todo cuando parece que la caminata será eterna, sobre todo cuando van cayendo nombres que conocías y apreciabas, sobre todo cuando la soledad y el silencio y el dolor se sobreponen a cualquier método de evasión de tan sangrante y tortuosa realidad. Y con ese final, puede que argumentalmente nada sorprendente, pero es un final negro, negro como el agujero negro más voraz del universo, un final ideal para culminar el cruel sinsentido de semejante competición, cuyo premio, por lo demás, es dinero. Así que aquí la tienen: la primera novela escrita por Stephen King, totalmente recomendable y reflejo de ese genial escritor que fue en sus primeros años: salvaje, temerario y diabólico.

La larga marcha, de Stephen King
No es la ficha bibliográfica más antigua (tampoco la más barbuda) pero lo parece, ¿no? Desde principios del 2018, es decir hace siete años (número de la suerte), La larga marcha ha sido prestada en quince ocasiones, dos por año prácticamente. Con esta novela, por lo demás, se da un fenómeno casi inverso a las demás de la B.N.P.D.: luego de unos cuantos préstamos el 2018 y 2019, su año de gloria fue el pasado 2024 (en empate con el 2018, me fijo ahora), lo importante es que no ha sido un libro olvidado como el resto, durmiendo la condenada siesta lectora de otros títulos rescatados por acá. La larga marcha, de Stephen King

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