EL EXORCISTA
Algo huele a podrido en la Italia de este final de año, dos de las más altas instituciones transalpinas han sido impunemente atacadas, primero el labio botóxico de Silvio Berlusconi (no sé quién podría tener motivo alguno de queja contra este prohombre) fue destrozado por una réplica de la catedral milanesa, y ahora Benedicto XVI ha sido derribado por el exceso de afabilidad de Sussana Maiolo, que a la segunda intentona ha conseguido burlar el ya de por sí endeble servicio de seguridad vaticano.
Ya sólo falta que algún dietista iluminado elimine la pasta de los menús o que atenten también contra el “calcio”, el tercer pilar italiano, y el final de nuestra civilización estará cada vez más cercano. Lo más curioso es que los responsables de la seguridad, en ambos casos, han quedado en entredicho, por mucho que el portavoz papal, Federico Lombardi, se excusara argumentando que no se puede blindar al pontífice. Hombre, blindarlo no creo, pero aprender de los errores sí, sobre todo cuando justo un año antes, la exaltada Sussana ya lo había intentado en las mismas circunstancias. Si es que no se puede pretender que esa guardia suiza, con esas pintas de modelos de Ágata Ruiz de la Prada, cumpla como debe ser, no les veo yo intimidando a ningún atacante salvo el día de cierto orgullo con cabalgata.
Igual la pobre Sussana estaba descontenta porque el insigne Ratzinger 16 (si tenemos un CR9, a ver por qué no podemos tener un JR16) decidió, por su cuenta y riesgo, que este año la Misa del Gallo fuera de las gallinas, por la hora, vamos, ya que la adelantó desde la medianoche a las diez. Que necesitaba descansar, dijo, pues un poco más y la suiza que le cayó encima le regala el descanso eterno. Yo creía que eso de la infalibilidad papal ya había sido superado, pero parece ser que no, el caso es que tampoco recuerdo que cierto señor polaco, que estuvo unos pocos años en San Pedro, protestara por una misa nocturna o un vía crucis, ni cuando estaba muy enfermo, pero bueno, no soy yo nadie para opinar de estas cuestiones sagradas, que doctores habrá en Roma.
Como sigan así, van a necesitar a más de un padre Karras, y eso que la niña de la película tenía casi más parecido con Il Cavaliere Silvio que con la pobre Sussana, que dicen tiene ya unos cuantos desequilibrios mentales a cuestas. Deberían aprender nuestros vecinos italianos, y no será porque no tengan una amplia tradición en atentados o tiranicidios, que les pregunten si no a los descendientes de los césares o de los Borgia, más vale que cambien de expertos protectores, que parece que les hubieran dado clases de seguridad los escoltas de Kennedy o del propio Michael Jackson.