Así se ha definido en la tarde de autos a la literatura en el más y mejor de sus sentidos. Personalmente, secundo esta máxima. Los autores, aquellos que ejercemos el oficio de escribir tenemos que mantener actitud rebelde frente a la realidad. Es nuestra obligación. Nuestro compromiso con la realidad, pasa por nuestra denuncia.
La principal función del escritor es su exposición frente a la realidad. Toda denuncia lleva aparejada implícitamente una exposición. Los escritores no escapamos a ese escenario.
El día estuvo gris, como la mente de algunos de los presentes, aunque se crean dioses omnipotentes. Llovió durante parte del día. Mucha gente en El Arbeyal. Algunas ausencias notables con respecto a otros años. Alguno de los presentes sobraba. Mejor estaría en su casa. Se huye de los autores prepotentes. Sobran. Resultan ásperos y burdos.
Cuando alguno hoy puso los pies en el suelo decidió ‘hacer amigos’. Para esta labor utilizó el órgano oficial del régimen. Y así le va. De oca a oca. En literatura cabe de todo, mientras sea una historia bien contada y bien escrita. Sobran las barreras convencionales y burdas que nos intentan imponer. Por eso, para el escritor resulta fundamental los encuentros con los lectores. Nuestros mejores y mayores críticos. Cualquier encuentro con un lector es apasionante. Ellos tienen el don de transmitirnos la verdad de nuestras historias. Son ellos los que darán su visión crítica y sincera de nuestra obra. No podemos obviarlos ni apartarnos de ellos. Su opinión es fundamental y decisiva para cualquier escritor. Ellos tienen la capacidad analítica de disección con mano regia pero delicada también nuestra obra. Esa autopsia será decisiva para el futuro. Para nosotros resulta imprescindible. Si alguien piensa lo contrario, lo mejor que puede hacer es abandonar este oficio y dedicarse a la caza de gamusinos. Se ganará la vida muy opíparamente. Se lo aseguro. Dentro de estos encuentros, los clubs de lectura (últimamente, de moda) son fundamentales. Recogen la sensibilidad más cuidada de los lectores. Personas de toda clase y condición que gracias a nuestras historias se han adentrado en el maravilloso mundo de la lectura. Resulta apasionante.
El efecto de la implicación de los adultos en el apasionante mundo de la lectura es fundamental. Esa actitud influye en nuestros más pequeños. Vamos modelando su futuro, nuestro futuro. El de todos. Y eso es fundamental. Torpe es el que piensa lo contrario.
Vivimos una época de modas y corrientes. Ayer hablábamos en este mismo espacio, el auge que ha adquirido la novela negra nórdica (permitidme el palabro). Hay una nueva y buena generación de autores nórdicos, encabezados por el sueco Henning Mankell. Es una moda. Nadie lo discute ni lo pone en entredicho. El actual mercado editorial, las grandes y potentes empresas editoriales marcan esta pauta. Tenemos dos soluciones: subirnos a ese tren y dejarnos llevar. Pero también oponernos. Qué nadie se lleve a engaño. La literatura está prostituida por las modas que nos imponen editores sin escrúpulos y mercenarios. Pero seamos reflexivos. Cuando hace unos años surgió ‘el boom’ de la novela histórica también fue una moda. Una costumbre que parió a autores hasta entonces desconocidos en ese género. Autores, por otro lado, que eran diamantes en bruto porque eran auténticos eruditos del género. Hoy son grandes maestros del género. Me acuerdo de muchos de ellos. A otros los conozco. No daré nombres, pero sí es oportuno reconocer que ellos surgieron gracias a la moda del momento. Quizá dentro de unos años tengamos que arrepentirnos de la feroz censura que estamos haciendo hacía la literatura nórdica. Quizá mañana algún autor de estos será un referente mundial. En la novela histórica, hoy mi amigo también lo es. Por eso el lector entre los lectores semaneros lleva razón cuando afirma que todo fenómeno literario hay que analizarlo y diseccionarlo en un periodo largo de tiempo. Los periodos cortos de tiempos resultan inútiles y banales.
Por esta razón precisamente, eventos como la Semana Negra de Gijón logran que la novela negra sea un género universal. Una cita mundial que congrega a autores diferentes nacionales y registros variopintos. En la ciudad del Rey Pelayo durante estos días no resulta difícil tropezarte con autores mexicanos, argentinos, colombianos, cubanos y, lógicamente, españoles. Mezclar novela policiaca, con histórica, con ciencia ficción, comic, y fantástica, con el periodismo y la fiesta popular. Eso sólo lo logra un asturmexicano. Admitámoslo o no, es un mérito y un triunfo. Demos una vuelta a nuestro alrededor y veremos cómo está el patio. Caeremos en la cuenta de que es un éxito brillante. Las cosas en su justa medida. Es cuestión de objetividad. De equilibrio, sencillamente.
Este contexto nos exige profundidad a la hora de narrar historias. Es fundamental. La historia tiene que ser profunda y minuciosa. De lo contrario, es una telenovela hispanoamericana. Es escritor es un exploración en plena selva social. Está obligado a caminar en primer lugar, por delante, contando lo que nadie cuenta. Todo lo que la sociedad quiere ocultar. Es la obligación de cualquier escritor que se precie de ello.
¿Es posible que el escritor sorprenda a la realidad? La respuesta es rotunda. ¡Por supuesto! Qué nadie lo dude. Como escritores tenemos la obligación de explorar a nuestros propios demonios que están enlazados con nuestra realidad. Por eso, la literatura negra está obligada a sorprender a la realidad periodística. Esta obligación es una exigencia de nuestros lectores. Los lectores, aunque desgraciadamente para algunos procedan de clubs de lectura, nos exigen una realidad determinada, pero sin florituras fuera de las necesarias. Nos hemos habituado a una violencia extrema. Distinto es tamizarla. Hay que ajustarse a la verdad.
Por todo, la literatura transforma el mundo, moviendo lectores, despertando conciencias, revolucionando el sistema. En resumen, la literatura es subversiva. Permitidme la insistencia: el asturmexicano sentó cátedra.
Hoy también se entregaron Premios. El Premio Hammett a la mejor novela negra publicada originalmente en castellano en 2009 para Guillermo Orsi (Argentina) por Ciudad santa. El Premio Celsius a la mejor novela de fantasía, ciencia ficción o terror publicada originalmente en castellano en 2009 para Juan Miguel Aguilera por La red de Indra. El Premio Espartaco a la mejor novela histórica publicada originalmente en castellano en 2009 para Alejandro Hernández (Cuba) por Oro ciego. El Premio Rodolfo Walsh al mejor libro de no ficción sobre tema criminal publicado originalmente en castellano en 2009 para Javier Sinay (Argentina) por Sangre joven. El Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela negra publicada originalmente en castellano en 2009 para Gregorio Casamayor (España) por La sopa de Dios. El Concurso Internacional de Relatos Policíacos (en colaboración con el Ateneo Obrero de Gijón) para obras que sean rigurosamente originales e inéditas fue para Enrique Ferrari (Argentina) por Ese nombre.
Los campamentos de verano de escritores son así. Nada que objetar.