Hace varios días os hablaba sobre la resiliencia, esa capacidad de resistir, resurgir y rehacerse frente a las adversidades. No se trata del simple hecho de superarlas, sino salir fortalecido de ellas. En relación con esto, os contaré una reflexión sobre las cañas de bambú.
Hubo una vez en Japón dos hermanos que un día decidieron plantar cada uno una semilla de bambú japonés. Durante los primeros seis meses, ambos hermanos, cuidaron y regaron todos y cada uno de los días la semilla. Pasaban los días y allí no aparecía nada. Los hermanos empezaron a dudar si realmente habían elegido la semilla adecuada o si los cuidados propiciados habían sido los correctos.
El cuarto año de haber estado cuidando de la semilla, uno de los hermanos se cansó, creyendo que no serviría de nada y que había sido una pérdida de tiempo. EL otro hermano no se dio por vencido y continuó con los cuidados de la semilla de bambú durante 5 años más. La sorpresa llegó cuando, de repente en el 7 año, en periodo de solo seis semanas el bambú empezó a crecer más de 30 metros!
Esto no significa que tardase únicamente 6 semanas en crecer, lo que sucedió es que estuvo 7 años y 6 semanas desarrollándose, generando un complejo sistema de raíces que permiten sostener el crecimiento que el bambú tendría en los próximos años. La caña de bambú se emplea habitualmente como material en diversas áreas debido a su capacidad para doblarse, pero no romperse.
Esta reflexión, nos hace pensar en cómo muchas veces parece que nada avanza, que seguimos en el mismo lugar, a pesar de nuestros esfuerzos, a pesar de cuidar y regar la planta durante más de 7 años nada ocurre. Muchas veces, nuestras metas y deseos son como la semilla de bambú, a pesar de esforzarnos, todo parece estar parado durante mucho tiempo. Tenemos que aprender a esperar, cada cosas ocurre en su momento. Muchas veces las ansias por ver los resultados no nos dejan continuar y desistimos, creyendo que de nada servirá, cuando en realidad estamos creando las raíces de nuestro futuro.
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