Todos vendrán a verme ahorcado, salvo los ciegos, eso está claro.
Todos me mandan al infierno, salvo el ateo, que no cree en eso...
.
O tal vez también. Mi admirado por otras tantas cosas Eduardo Robredo ha defendido recientemente en su magnífico blog La Revolución Naturalista que los no creyentes "tenemos las mismas necesidades de ritos de paso y de redes sociales de apoyo que los creyentes", pero no ha sido capaz de mantener una discusión amigable sobre el tema en cuanto un ateazo irreverente (más a lo Brassens que a lo Zapatero) ha hecho ver que su propia experiencia es un contraejemplo a esa tesis... O no tanto, porque tampoco estoy seguro de que todos los creyentes compartan esas necesidades. Seguramente la necesidad de sentirse en el rebaño sea independiente de la credulidad.
.
En fin, así que como Eduardo ha cerrado la discusión, la abro yo aprovechando una de las vías de agua del Otto Neurath.
Enrólate en el Otto Neurath