Erya
Ayaxia Ediciones
230 páginas
#prenda221
Una rosa. Un cetro.
Un palacio. Un océano.
Una maldición. Un castigo.
Un solo destino.
¿Y si la sirena hubiera nadado al castillo de la bestia?
Adoro los retellings, reversionar los cuentos clásicos tiene su atractivo y nos ofrece nuevas reinterpretaciones y giros que les dan frescura, nuevo interés, modernidad...
Así que era de esperar que este que nos trae Erya cayera en mis manos. Hacía unos meses que dormía en mi Kindle esperando el ansiado beso de amor que lo despertara de su letargo, ese beso llegó de la boca de Olor a libro nuevo y su lectura conjunta.
Y lo que parecía consitir en un entretejido de La bella y la bestia y La sirenita, resultó ser un entramado que da cabida a múltiples personajes y objetos simbólicos de otros cuentos igualmente conocidos. Sin duda, este es el punto fuerte de esta historia, al menos en mi opinión.
La bestia sufre una maldición pero, a diferencia de la historia original, tiene un pasado del que hacernos partícipes, una infancia y una educación, una vida anterior y un tormento presente. Aneris, es la sirena que acaba en el castillo de la bestia con un par de piernas (el cómo llega allí y en ese estado, mejor lo descubrís vosotros). No ansía la vida humana del mismo modo que la original, pero sí se muestra como una criatura marina con inquietudes y curiosidad por lo desconocido que la lleva a descubrir un mundo y un amor con los que no contaba. Y en torno a ellos, Caperucita, la bruja del Mago de Oz, alguna que otra hada madrina... y no seguiré citando porque ir descubriendo durante la lectura los cameos que hay es una gozada. ¿Cómo pueden aparecer y empastar bien con la historia?, esa es la gracia de este retelling, esa es la virtud que Erya ha volcado en esta novela.
Sí, hay mucho hilo que entretejer, pero no he tenido la sensación de que quedaran cabos sueltos. A lo largo de los capítulos, pero especialmente en la última parte, se va atando todo lo que podemos sentir colgando y si algo no está explicado, sinceramente, mi mente ha sabido suplir esa falta de información sin apenas darse cuenta.