Hace bastantes años que el siguiente relato llegó a mis todavía jóvenes oídos, y desde entonces pulula por mi mente a sus anchas, sin abandonarme, acompañándome hasta hoy mismo, día en que he decidido compartirlo con vosotros. Y para que esto no se haga largo, y antes de que algún que otro se impaciente, pensando quizás, quién sabe, que si falta contenido, que la presentación sobra, que si todo esto es paja, o que si es relleno, o puede también que crean que esto no lleva a ningún sitio, que os estoy liando de mala manera, que pasan las lineas y las palabras, sigues leyendo y el cuento no empieza, piensas que esto empieza a no ser serio, que has entrado para leer un relato, un cuento, algún tipo de historia, y te encuentras con una presentación, una especie de prólogo interminable, que además no aporta nada nuevo, no trata ningún tema, no describe nada, se queda en humo, en una cortina, en un tema inerte que no hace más que alargar más y más la espera. No avanza, se pierde en un bucle interminable, y hasta alguno habrá que se indigne mucho, o que se enoje o que se sienta ofendido y no termine de leer el post, dirá o pensará, vete tú a saber, que no está para perder el tiempo de esta manera, que se siente estafado, que si esto es una mierda, que se arrepiente de haber comenzado a leer, quizá se aleje del ordenador, (puede que
tablet o móvil), cabizbajo... muy decepcionado con el mundo en general... Puede que me perdone y vuelva, con el perdón en su corazón (se pone poético), para comprobar que sigue y sigue el tío con su cháchara banal, que no se aburre de la nada, del continente sin contenido, le gusta, disfruta con eso, es una golosina para él, un dulce descanso para su cabecita, escribir y escribir sin llegar a ningún lado, sin un objetivo concreto, sin sentido, ni del común ni de cualquier otro, palabras, solo palabras, sin más, una detrás de otra, no puede parar, no le es posible...
A estas alturas un terrible temor sacude la mente del autor, yo mismo, en referencia a las últimas palabras escritas. Puede que sea un momento de lucidez, hace semanas, creo, (en mi estado el tiempo me es difícil de cuantificar, con el agravante de no haber estado nunca muy cuerdo) que no tengo ninguno. De todas maneras me veo obligado a abortar el relato que estaba previsto para dejaros un aviso. Puede que al final me lo agradezcáis. Además, en el estado en que me encuentro nadie sabe que podía haber salido.
Después de haber leído sobre la descripción del fenómeno en ciertos volúmenes de algunos libros antiguos de una biblioteca ya desaparecida, entre los que se incluían viejos manuscritos, (de los cuales ni recuerdo títulos ni fechas ni autores, solo el contenido y puede que, vagamente, algunos nombres) y haberlos tachado de fantasiosos e inverosímiles, incluso después, años más tarde, cuando fortuitamente di con otras fuentes en la ventana a través de la que ahora os hablo, que decían verificar la información.
No albergaba sospecha alguna en aquellos momentos de que estaba leyendo, precisamente, sobre mi propio porvenir.
Los citados textos describían una suerte de síndrome inexplicable para la medicina de la época (atreviéndose el autor a aventurar que sería inexplicable también en la actualidad, o en cualquier futuro por lejano que se antojase). Hablaban de una extraña enfermedad, una especie de locura, puede que un conjuro o quizás una maldición, que asalta a ciertos practicantes de la escritura, condenándolos, sin aviso previo ni ningún motivo aparente, a sentir una ineludible necesidad de escribir sin parar, sin apenas descanso ni sosiego. Los escritos registraban que alguno, no sin mucho esfuerzo, conseguía dormir apenas un par de horas al día, sin dejar de soñar, cómo no, con letras y palabras flotando a su alrededor, arrebatándole toda posibilidad de un descanso realmente provechoso. Al despertar, no pudiendo ser de otra manera, reanudaba con necesaria urgencia su tarea, que no era otra que juntar palabras hasta el fin de sus días. Viendo cómo una y otra vez las mismas palabras nacían de sus manos, repitiéndose hasta el infinito, perdiendo todo su significado. Primero frases con mucho sentido, luego palabras incoherentes, más tarde letras sueltas, y al final, un gran espacio en blanco.
A nivel físico sufrían una inevitable merma, y como creo que ya ha debido quedar claro, a nivel mental ocurría lo mismo. Las víctimas, se consumían a sí mismas desde dentro lentamente, encogiendo hasta desaparecer, hasta pasar de haber sido, a ser nada. Y sólo ahora el autor comprende, (mi cuerpo ya ha empezado a menguar, las palabras hace tiempo que carecer de todo significado, y momentos como este son contados) que soy uno más, otro condenado, que cuando leía aquella información, no hacía otra cosa que descifrar el porvenir de mi propio ser.
Puede que todos los seres estemos condenados a vivir destinos ajenos, o quizás, solo haya un destino, y los seres seamos los ajenos.
De todas formas, sea como sea, determinado mi fin, no puedo hacer otra cosa que dejaros este aviso y esperar que os sea útil. Yo, sin duda alguna, seguiré escribiendo palabras sin descanso, carezcan de sentido o no, hasta que el tiempo tenga por bien llevarme hacia el eterno descanso.