Él, que había surcado la inmensidad de los mares, ahora, con su vida a la deriva, se hundía en soledad.
Revista Talentos
El viejo marinero, oyendo descerrajar la puerta de su casa, se hizo el desvanecido. En el suelo, anhelaba sentir unas manos sobre él y escuchar una voz diciéndole: "¿Puede oírme?".
Él, que había surcado la inmensidad de los mares, ahora, con su vida a la deriva, se hundía en soledad.
Él, que había surcado la inmensidad de los mares, ahora, con su vida a la deriva, se hundía en soledad.