la tormenta veraniega era espantosa. Hubo que cerrar los cristales. La luz se reflejaba en la ventana como en un aquarium, y entonces vi una mariposa pegada al cristal que subía y bajaba en vuelo de cosquillas.
la lluvia lo azotaba todo, pero la mariposa se defendía aún con el polvo impermeabilizado de sus alas.
me impresionaba aquel vuelo que era como un signo de urgencia, pero no me atrevía a abrir, cuando de pronto oí una voz, como la voz de la niña más pequeña de las niñas, que gritaba: «¡Abre!»
y abrí.
(Ramón Gómez de la Serna)
ronronea: naia