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la medicina clínica, la aromaterapia y las transiciones de soberanía

Publicado el 22 junio 2013 por Durruti

El inicio de la era de las revoluciones trajo consigo una transformación radical de todos los procesos vitales y de todos sus oficios asociados. Dentro del campo sanitario, la prolongación de la vida y el aumento de la natalidad configuró finalmente un planeta tierra predominantemente humano inclinando la balanza demográfica hasta un extremo que aún no se contempla. La medicina clínica con todo su arsenal de remedios químicos y forenses, con sus técnicas analíticas y sus diagnósticos científicos se convirtió en uno de los pilares básicos de cualquier sociedad desarrollada. Un estamento de bienestar y de seguridad que amplió y mejoró sustancialmente la vida de unos ciudadanos orgullosos de los logros de la ciencia frente a la inevitabilidad del mundo y la fragilidad del cuerpo.

Dentro de este sistema apareció una nueva figura que se insertó con fuerza en la estratificación social de todas las ciudades y pueblos del mundo, se trata de la figura del médico clínico. Se puede pensar que este oficio se lleva practicando en el seno de las sociedades humanas desde los inicios de su desarrollo. Pero en el caso del médico clínico moderno nos encontramos con unas características que no poseían los chamanes neolíticos o los curanderos tradicionales, ni incluso los doctores hipocráticos de los que los modernos médicos se dicen continuadores.

Y todo esto por una serie de razones relacionadas con las transiciones en la soberanía, por el poder, en definitiva de lo que se trata siempre, entendido éste por: poder de decisión, poder de control y poder de convicción, fue trasladándose paulatinamente de otros centros, principalmente desde el estamento eclesial, que había quedado muy desprestigiado por el desarrollo de la ciencia, pero también de otros como el militar e incluso de esferas tan íntimas como la familiar. Así, el médico clínico, dispone actualmente de un prestigio indiscutible, y sus empresas auxiliares, principalmente farmacéuticas se encuentran entre los principales negocios del sXXI, un sector estratégico en el mercado global. Pero llegar a este estado de cosas no fue fácil. Toda una red de saber tradicional, toda una parcela de conocimiento humano hubo de ser extirpado de las sociedades europeas. Muchas veces se trataba de actualizar la información que se disponía sobre las causas de la enfermedad, pero al acabar indiscriminadamente con todo el conocimiento disponible las prescripciones de la ciencia médica se transformaron en una suerte de piqueta que no diferenció entre el verdadero conocimiento destilado a través de los siglos y la superstición de las mentes incrédulas y el pensamiento mágico. La medicina clínica comenzó su labor casi desde cero recopilando datos a través del método empírico, tomando de base las descripciones de los médicos hipocráticos, cuyos enunciados resultan a la luz moderna tan hipotéticos como las recetas de los curanderos de pueblo.

Aún así y tras más de cincuenta años desde la implantación de la medicina moderna en nuestro país se han conservado aún prácticas y contenidos de la medicina tradicional. En muchos pueblos de nuestra geografía siguen existiendo curanderos, que actúan no sólo a través de preparados sino a través de prácticas de transferencia de energía, energía espiritual llamémosla así, ya que no existe aparato humano capaz de contabilizar ni probar la existencia de dicha energía. Esa energía vital es la base de todo el pensamiento popular mágico. Dicen que son capaces de sanar por la simple imposición de manos, o con masajes, o con rezos y fé, vemos como la religión y la curación han tenido en épocas no muy lejanas relaciones muy cercanas. ¿No es el pecado una suerte de enfermedad, los sacerdotes los sanadores, la confesión una suerte de diagnóstico y la penitencia un remedio?, resultan esclarecedoras estas semejanzas. Pero al lado de la superstición y las prácticas no demostrables también encontramos gente con conocimiento de las plantas y sus utilidades, herboristerías especializadas y muchas otras diversas formas de resistencia a la implantación masiva de la farmacología.

A todo esto se unen actualmente las prácticas de la medicina oriental, tan alejadas de los presupuestos generales de la medicina clínica occidental, como efectivas dentro de la terapéutica. Estas prácticas se engloban dentro del nombre genérico de medicina alternativa e incluyen una heterogénea lista de terapias y tratamientos donde se mezclan prácticas orientales como el yoga, con filosofía tántrica proveniente de la ola new age de los noventa, fitoterapia, tao, risoterapia, en fin la lista sería interminable. Muchos de ellos son de dudosa efectividad y lo peor es que existe un intrusismo brutal y una confusión que atrapa a los más ingenuos. Se nutren sobretodo de enfermedades psicosociales como la ansiedad, el estrés, trastornos de personalidad, dolores varios, para los que la medicina oficial aún no ha encontrado respuesta. Quizás sea que se hagan las preguntas equivocadas, pero eso ya es otra historia.

Ante este panorama la medicina clínica ha optado por atrincherarse, como todo estamento establecido que ha ganado prestigio busca su perpetuidad y para ello a veces se muestra tan impermeable a cualquier argumento exterior que nos hace dudar de su verdadera equidad.

Así, según la ley cualquier colegiado puede hacer pública su opinión médica a excepción de que esas opiniones choquen con el ordenamiento legal actual, es decir un médico no puede apoyar publicamente teorías racistas o que impliquen una cuestión de orden moral en la que no deberían inmiscuirse, como realmente hacen, esto es así en casos de homofobia o xenofobia. Estas restricciones del poder político hacia el estamento clínico se hacen después de ver la terrible sinergia que creaba mezclar teorías políticas y médicas en un mismo ideario como sucedió en los años treinta del pasado siglo. Pero han provocado que muchos investigadores contrarios a las opiniones mayoritarias sean rápidamente acallados. otro ejemplo de libro lo tenemos en el caso de los investigadores críticos con los estudios de Luc y Montagner sobre el VIH/SIDA

La medicina clínica como cualquier gran organización humana no es un bloque compacto. Cada grupo tiene sus propias funciones, sus propios problemas y sus propios objetivos que a veces pueden chocar entre sí. No son las mismas las preocupaciones de un medico investigador dentro de la industria privada que las de un medico de familia de la seguridad social. Cada uno con sus intereses pero siempre acogidos en la ortodoxia de la ciencia medica analítica. Así, ocurre que muchos descubrimientos de la investigación de base, aquella que no se hace con una finalidad clara más allá del propio conocimiento, han sido minusvalorado cuando estos no se adecuan al marco vigente, o podían causar muchas pérdidas a las multinacionales farmacéuticas. Estas empresas constituyen un actor de primera fila dentro del entramado sanitario de nuestras sociedades. Acaparan un poder de decisión básico sobre el cuerpo legislativo. Los políticos no pueden permitirse que un sector estratégico de sus economías pierda competitividad, eso es cierto para todos los sectores estratégicos, como el militar, o el de la energía.

En esta batalla por el control de los cuerpos han habido muchas víctimas. Llamo víctimas a aquellas terapias tradicionales de gran efectividad, pero que han sido arrinconadas al cajón de la medicina alternativa, primero por ignorancia y ahora nos atrevemos a pensar que por codicia.

Un ejemplo claro lo tenemos en la aromaterapia.

Se trata de una terapia a base de aceites esenciales extraídos de plantas, por tanto tiene mucho que ver con la fitoterapia, aunque con resultados muchos más específicos. Se aplica a través de la piel con baños y masajes o con vahos. Cada aceite esencial se usa en una dolencia en particular. Este arte milenario se lleva practicando en occidente desde los egipcios y en su forma moderna fue descrito por el francés René-Maurice Gattefosse en 1938. Los aceites están compuestos por una infinidad de moléculas que actúan sobre el organismo en sus niveles más diversos. Desde las moléculas olfativas que activan el sistema nervioso incidiendo sobre el hipotálamo hasta otras con efectos bactericidas, antisépticos, relajantes...Bueno la lista sería muy larga, si queréis conocer los detalles mirad la red. Lo importante es que se trata de una terapia con unas bases de funcionamiento muy fuertes y muy conocidas. No se trata de energía, o de fuerza espiritual, sino del funcionamiento químico de unas sustancias que actúan no sólo a nivel psicológico ( ya sería suficiente para prestarle interés) sino a nivel físico, estimulando ciertas funciones, actuando como antibióticos. Y son sustancias naturales, con la mínima intervención humana y mucho menos agresiva con el cuerpo que la terapéutica farmacológica estándar. La lista de beneficios parece suficiente como para tenerla en consideración, sobretodo en cierto tipo de dolencias de causa piscofísica como la ansiedad o algunos tipos de asma.

Tomando el caso concreto del asma los resultados son inequívocos y además de resultar un tratamiento placentero la alternativa que nos da la medicina clínica son unos inhaladores con sustancias broncodilatadoras que incluyen gran cantidad de efectos secundarios. Es como matar moscas a cañonazos.

La medicina oficial rechaza esta terapia y no la considera efectiva. Prefieren hinchar a los pacientes a ansiolíticos, hipnóticos, broncodilatadores, relajantes musculares, antidepresivos y un largo etcétera de productos farmacéuticos debidamente procesados por las multinacionales. En el caso de los servicios sanitarios públicos como el caso de nuestro país eso repercute en el gasto innecesario de muchos de los recursos de los ciudadanos que podrían ir a otros servicios como investigación o atención primaria, más necesitados de ellos que unas empresas privadas extranjeras cuyos intereses resultan muchas veces opacos.

Bien se han dado cuenta de esto algunos colectivos pertenecientes a la rama sanitaria como los masajistas, fisioterapeutas, etc... que han comprobado la efectividad de los aceites esenciales. Ellos los utilizan en sus tratamientos, pero nunca verás a un medico de cabecera hablarte de la aromaterapia. De hecho yo nunca he visto a ningún médico ofrecerte un tratamiento que no sea a base de productos farmacéuticos, tal vez la medicina privada que es más elitista sí lo haga.

Por otro lado se puede pensar que la industria farmacéutica puede sintetizar los componentes de dichos aceites y venderlos en preparados. Bien, eso es cierto en parte y suele hacerse, pero tres objeciones se oponen a esto: primero que no todos los componentes de los aceites han conseguido ser sintetizados y con un proceso de elaboración que sea rentable. Segundo e importante que a veces no es una sustancia sola la que produce el efecto deseado, sino que un aceite por poner un ejemplo puede tener una acción bactericida gracias al efecto conjunto de dos o más sustancias presentes. Eso ocurre con la alcachofa, cuyos efectos diuréticos aparecen con la mezcla de cuatro ácidos que por separado resultan inocuos. Esta variable complica sobremanera la ecuación cuando no se han estudiado con profundidad las interacciones entre distintas sustancias. Y tercera objeción y quizás la más importante, por mucha síntesis proteica que se lleve a cabo la ciencia no es capaz de predecir el comportamiento de una molécula antes de crearla. No se pueden crear moléculas orgánicas específicas para un uso determinado, ante este reto estamos a ciegas. Sólo de la naturaleza obtenemos los principios básicos que luego usan los farmacólogos.

Al final no podemos otra que concluir que la razón por la que la aromaterapia duerme el sueño de los justos junto a terapias dudosas como las flores de Bach, no es otra que una cuestión de codicia y dominio. Codicia porque los médicos de familia estarían recomendando a sus pacientes que compren productos naturales que les quitarían mercado a las farmacéuticas. Uno no debe echarse piedras sobre su mismo tejado. Dominio porque si una terapia como esa se cuela en los hospitales, se demostraría que las personas pueden autotratarse de manera autónoma sin tener en cuenta la opinión del médico y con métodos ni muy agresivos ni muy complicados. Esa autonomía del cuerpo no puede ser aceptada por un estamento cuyo poder se basa en el control de ese cuerpo.

La aromaterapia es el ejemplo más claro de este doblepensamiento en que por un lado se dice que todo se hace por el bien común y luego vemos como ese bien común está dirigido hacia el beneficio de los mismos que te lo decían.

Esta crisis de confianza que hay en el mundo tiene difícil solución sino empezamos por decir la verdad.


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