La mirada de las cosas

Publicado el 18 marzo 2013 por Urbana
Urbana Luna

Las cosas nos miran. Están atentas a nuestro deambular por la casa. Y no me parece mal que actúen como testigos de nuestra vida, siempre y cuando asuman con dignidad su condición de objetos.

Los adornos que decoran la librería y los utensilios de la cocina nos conocen mejor que la pareja y los amigos. Nos ven cuando creemos estar solos, quizá por eso se acostumbran pronto a nuestro lado oscuro y casi siempre nos quieren. Sin embargo no todos los objetos son dignos de confianza. Podría decirse que hay dos tipos de objetos bien diferentes:
1 -  Objetos dóciles: 
Se reconocen fácilmente porque miran de frente, con los ojos muy abiertos y las pupilas centradas.  Uno no sabe si le están viendo si se deleitan en hondas meditaciones propias. Es el caso de la rana que adorna la pantalla mi ordenador. Sé que, aún siendo de trapo, lee todo lo que escribo, y todo le gusta. Es un amor de objeto, y lo más importante, vive convencida de que la razón de su existir consiste en mirar todo lo mio. Puede que esa resignación apacible sea la causa de su triste expresión, pero la  melancolía siempre da un toque de distinción a los objetos mansos.


2 - Objetos rebeldes: 
Siempre miran de reojo, y no por cobardía o falta de carácter. Es pura envidia. Ellos quisieran dejar de ser cosas para ser nosotros. Hace poco tuve una mala experiencia con uno de estos objetos rebeldes, un mechero en concreto.Yo esperaba que tras una caricia mía, el dispositivo se esforzara por soplar un fuego pequeñito, suficiente para encender mi cigarrillo, pero en lugar de esto, él se empeñaba en soltar largas y azules llamaradas que estuvieron a punto de quemarme las pestañas. Al fin tuve que sustituirlo por otro mechero más dócil. Como cualquiera puede deducir, esta  es la típica reacción de los objetos que desprecian las normas. Son objetos ácratas que fomentan el caos; objetos a evitar.

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Mi consejo es que cuando iniciemos la relación con un objeto nuevo, procedamos a identificar la categoría a la que pertenece. Esto nos dará una pautas de comportamiento. Son mucho más frecuentes los objetos amables y bien adaptados al medio, aunque de vez en cuando todos nos vemos obligados  lidiar con un objeto problemático.

   ¿Quién no se ha topado alguna vez con una de esas pinzas que saltan al vacío llenas de rabia mientras tendemos la colada? 

    ¿Quién no ha sido víctima de un corte limpio e hiriente en la yema del dedo provocado por una inocente hoja de papel?          Por suerte, es fácil eludir la influencia de los objetos adversos. Basta con alejarse de ellos, haciéndoles creer que no sabemos que nos miran.