Sofía me revoleó una piedra cuando llegó a la esquina, no me pegó por poco. Era de esperar la reacción, llevábamos 5 años de pareja. Eran normales las amenazas también, ella era muy vengativa. Lo sabe muy bien esa chica que me quiso sacar a bailar en un boliche y de ahí en adelante tuvo que usar peluca. Era brava Sofía. Yo no sé porqué se enamoró de mí, confieso no haber hecho mucho por eso y pienso que yo no estaba a su altura. Ella estaba buena, morocha, metro ochenta, ojos miel. Era un poco celosa, un poco impulsiva, un poco novelera pero era buena compañera. De esas que a la noche no te hacen pasar frío. Además, sabía cocinar.
Mi teoría era que Sofía era de esas minas que les gustan los artistas tímidos, sino no había otra explicación para la idolatría que me tenía. Yo estaba enganchado, ¿Como no engancharse con tremenda mina? Piernas largas, labios finos. Pero la vida, la puta vida, me llevó a elegir. Me ofrecieron una beca para estudiar arte en París, con la posibilidad de exponer mis trabajos si todo salía bien. Si fuera una película cualquiera hubiera elegido quedarse con la morocha, el amor, los nenes, pan y cebolla. Pero la vida, lamentablemente no es así. Yo hace varios años venía laburando para esto, no tenía un mango ni ninguna otra posibilidad de trabajo. Papá no me iba a hacer entrar en la compañía de gas, ni yo tenía el aguante para vivir adentro de una oficina, era el arte o el arte. Yo hago arte abstracto postmoderno y acá no encontré suficiente snobismo para darme de comer. Me tenía que ir y me fuí. Mi vieja lloró en el aeropuerto, mi viejo me dijo que allá no iba a encontrar bifes como los de acá. Mis amigos estaban orgullosos no sabían muy bien porqué.
Amigos lo que se dice amigos eran cuatro, cinco si contamos a Carlitos, aunque yo lo considero conocido cercano. Repaso rápidamente:
Rafael,Rafa o Vincha. Hijo de mi vecina, jardín, primario y secundario juntos, siempre jugamos en el mismo equipo, es el que más me conoce y al único que le contaba intimidades. Tiene una ferretería.
Alberto, Beto o Guapo. Vivía a dos cuadras de casa, jugaba bien al fútbol y de ahí nos hicimos amigos. Los demás agarramos lo que rebotaba él. Callado, labura en una metalúrgica. Nunca tiene guita.
Felipe, Feli o Cabeza. Ese tipo que está siempre donde lo necesitás. Aunque yo no me apoye nunca en él, está ahí. Solidario. Con Rafa lo conocimos en la secundaria. Se nos pegó medio de casualidad porque todos lo rechazaban. Tiene un kiosco.
Armando, Negro o Morocho. Lo agregué yo al grupo cuando éramos pibes. Mi papá y el de él se chupaban juntos. Mecánico. Bardero. Siempre sonriendo. Se agarraba bastante a las trompadas pero en el fondo era buen muchacho y por eso los demás lo bancamos, muchas veces con el cuero.
Y viajé nomás.Sufrí mucho el viaje de ida en el avión, si hubiera sabido como era me iba en barco. ¿Mis años ahí? Se extraña, más cuando no fui capaz de tomarme un avión en cuatro años para ver a nadie. El primer año todos te dan mucho apoyo, te llaman, te escriben, te hablan. Pero después se van olvidando, sus vidas cambian, vos te quedaste atrasado y les embola hablar con vos, los entendés si sos amigo. La comida francesa está muy bien, los departamentos son chicos. Con el arte se ganan buenas minas y algunos tipos. Tuve una relación bastante buena con una argelina, pero sus padres no me aceptaron. Para las amistades son un poco complicados, más que vos no dejas de ser un sudaca con pretensiones. El arco del Triunfo, la torre Eiffel y el Sena no pierden encanto con el tiempo de verlas. El fútbol no existe, extrañe mucho a Racing. El olor es terrible en todos lados, pero como artista no podía quejarme mucho porque mi higiene es cuanto menos dudosa. Aprendés mucho de su historia, de sus pensadores, de su manera de vivir (creo que igual esto se da en todos lados). Nunca te sentís muy lejos de Buenos Aires, todo es muy parecido a la ciudad, las callecitas, los edificios, los cafés, hay tango en algunas esquinas. Todo era como esperaba y mucho más. El que no estuvo a la altura fui yo. Cuatro años me bancaron los franchutes esperando que concrete algo que entusiasme a alguien. Nunca pasó. Al empezar el quinto año casi que me deportaron. Recibí el mismo día la noticia de que me iba a Buenos Aires y de que mi viejo estaba grave. El pulmón perdía contra los tres paquetes de puchos diarios. El viaje de vuelta no lo sufrí tanto, tal vez porque el sufrimiento de mi viejo lo tapaba un poco.
Llegué 12:30 hs a Ezeiza, mi viejo murió a las 15 hs en Avellaneda. Llegué a darle un beso. Estaba mi Hermano y el papá de Armando en la clínica. Mi vieja estaba internada hace tres meses en una clínica de salud mental, loquero para los amigos. Se le patinó el bocho y andaba todo el día callada, con los ojos abiertos, ida totalmente. Mi vieja callada, mi viejo muerto sin poder disfrutarlo que jodido Dios. Mi hermano volvió a Sunchales con su mujer después del entierro. Me quedé en la casa de mis viejos. Lloré como una semana más o menos, se me fue yendo mientras pintaba. Nadie me vino a visitar y eso que llamé a los muchachos. Cayeron deudas nomás, mi viejo había firmado algunas cosas y puesto en garantía la casa. Se había hecho jugador el boludo. Jugador, chupado y con escritura en mano está todo dicho con razón mi vieja quedó como quedó.En un mes remataban la casa y yo sin laburo, sin un mango y con un olor a mugre importado que me caía.
Inmerso en el desastre. Fuí casa por casa buscando a los muchachos, necesitaba ayuda, aunque sea espiritual, aunque sea ir de putas. Logré armar una juntada un viernes en casa. Los cuatro y el conocido cercano cayeron a desgano. Nada de abrazos nada de besos. Yo estaba muy entusiasmado, les preguntaba por minas, recordaba anécdotas. El único que me seguía un poco era Carlitos, pero era obvio que era porque quería ser mi amigo. Cuando ví que nadie se rió de la anécdota del chino me calenté.
-¿Que pasa acá viejo?
Todos dudaron, Rafa agarró la posta.
-Las cosas cambiaron Pablo. Hablamos con los muchachos y ninguno está contento por lo que hizo. No nos dió la cara para contarte, por eso te dejamos de hablar, tratamos de evitarte. Pero al verte así con una mano atrás y otra adelante nos pareció una pavada lo que hicimos, que la amistad tira más.
-No entiendo de que hablás Vincha.
- Yo, ellos, ella, ehh. Todos nos garchamos a Sofía. Algunos antes, otros después. Ella nos buscó. Primero a Carlitos. Esa misma tarde se garchó al Negro. Yo caí después de meses de histeriqueo, me la banqué lo que pude pero vos sabés que está muy buena. El cabeza se la cogió conmigo. El ultimo que se la garchó fue el Beto, pero porque ya nos la habíamos pasado todos y quería saber que onda. Nosotros pensamos que no volvías y la mina insistía viste. Que se yo. Cuando nos enteramos que volvías, lo de tu viejo y lo de tu casa nos entró peor la culpa. Sabe estamos para lo que necesites. Ojala puedas perdonar.
No respondí. Me puse a llorar. Cuando se acercaron a consolarme los saqué a las piñas. Amanecí dormido en el piso el otro día, me rodeaba un charco de cerveza o de meo, bien no sé todavía. Salí a dar una vuelta, caminé, miré las caras de las personas, sus miedos, sus enojos, sus miserias, su felicidad, los envidié un poco. Me hizo bien caminar, pero al volver me encontré con un pasacalle en la puerta de casa.
“Elegí a París ahora, puto” Firma Sofía.