Los tertulianos, petrificados como siempre, aguantaban estoicamente manteniendo su rígida postura sin descomponer el gesto; algún movimiento suave de una mano a ras de mesa para que la cámara no lo captase. El debate económico seguía con sus voces sesudas y repetitivas cuando ya los telespectadores estábamos en otra película: la mosca en la nariz de un contertulio, de alfiler en una solapa, acariciando una mejilla, columpiándose en un pelo, revoloteando por las indescifrables cifras económicas…
Nos pusieron un vídeo y a la vuelta siguieron la tertulia como si nada. Pero seguimos sonriendo buscando a la mosca que se había quedado grabada en nuestra imaginación y era la única que en medio de un debate económico se había atrevido a hacer una “cuchufleta”.
Volví a verla actuar con esa manera tan pesada que le caracteriza, en la nariz del Sr. Divar, buen conocedor de los juzgados de este país, pero que apela a la tranquilidad de su conciencia como única justificación del gasto que ha hecho del dinero público para pagar sus cuentas privadas.