Es una prioridad de los partidos el movilizar al mayor número de ciudadanos en torno a estas organizaciones políticas. Para ello, sus aparatos mediáticos se devanan los sesos buscando la mejor manera de llegar a la gente. Es posible que hayan llegado a la conclusión de que la ideología tiene un anclaje complicado en la sociedad, precisamente porque es un concepto teórico, de vasto contenido, que a veces cuesta de asimilar.
Puede ser ese uno de los motivos por los que la presencia de la ideología haya perdido fuelle en el panorama político occidental. No creo que esta afirmación pueda si quiera cuestionarse. ¿Cuántas veces ha aparecido la palabra “marxismo” en televisión últimamente? ¿Recientemente se ha hecho referencia al sentido clásico del liberalismo? Más allá del hecho anecdótico de que a los conservadores les guste denominarse así. Locke, Lenin, Montesquieu, Rousseau, Platón, Mao, por poner solo unos ejemplos, son nombres desconocidos en la actualidad.
La ideología se articula sobre cuatro puntos de apoyo que se conocen como cleavages. El primero de ellos es el de izquierda – derecha que es el conocido como cleavage de clase, en el cual se distinguen dos vertientes; una económica y otra social. Los demás son: el de nacionalismo central – nacionalismos periféricos; Iglesia – Estado (laicismo) y; por último, mundo rural (campos) – mundo urbano (ciudad). Quizás, articular un discurso coherente sobre esto, que cale en el imaginario colectivo, y pueda movilizar al pueblo, sea costoso para los políticos de hoy en día. No tanto, para los de antes.
Lo anteriormente citado pudo ser clave para que los partidos políticos apostaran por una movilización cultural. Pero, además este es un terreno al que los partidos conservadores (de derechas) se han adaptado perfectamente. Para entender esto solo hay que pensar de qué manera podría, el típico partido de derechas extremadamente conservador, articular un discurso de marcado carácter ideológico que pudiera satisfacer a un amplio sector de trabajadores asalariados. Todo ello sin recurrir a adornos, ni metáforas; es decir de una manera clara y concisa. Si tuvieran que hacerlo estarían, sencillamente, perdidos. Antaño, los partidos de esta índole contaban con la ventaja de un sufragio censitario que, impidiendo el voto a aquellos que no llegaban a cierto nivel de renta, les posibilitaba gobernar.
Evidentemente, esto afecta de manera diametralmente opuesta a los partidos de izquierdas. A éstos les cuesta moverse en un terreno cada vez más desideologizado, puesto que la conexión con su base electoral descansa sobre sustentos ideológicos. Pero, hay que tener en cuenta que hoy la base electoral de los partidos de izquierda se ha desplazado hacia partidos más conservadores debido, al menos en una parte considerable, a esta movilización cultural de la que hacen gala con mayor eficacia estos partidos conservadores.
Esta movilización cultural se construye sobre unos elementos sociales con fuertes implicaciones políticas. Estos elementos deberíamos buscarlos en las culturas políticas que podían hallarse presentes en cada país. Una vez identificados, los partidos tratarán de promocionarlos o apropiárselos, pero será vital que dichos elementos sean relacionados con esos partidos. Hay muchos elementos que pueden conformar las culturas políticas: tradiciones, festividades, deportes, música, etc.
En la actualidad cobra una especial importancia, todo lo relativo a los llamados derechos de autor. Esto es un asunto cultural que puede tener implicaciones políticas. En España, el PSOE puede perder votos por la promulgación de la, conocida como, ley Sinde. Además, no hay que olvidar la connivencia del PSOE con la SGAE, lo que ha generado un ambiente tenso en la red.
En otro orden de cosas, la apuesta del PP por las corridas de toros le asegura un buen reguero de votos provenientes de los seguidores de este acontecimiento. De la misma manera, si un partido político si posicionara claramente en contra del fútbol equivaldría a un harakiri político. Tampoco es baladí el hecho de que un partido político apueste especialmente por promocionar ciertas fiestas populares como puedan ser las fallas. Este último punto es manejado por el PP con una maestría envidiable, lo que tampoco conviene desestimarlo en sus mayorías absolutas en la Comunidad Valenciana.
En el campo de la música, es posible que los seguidores de algunos estilos musicales vieran con buenos ojos ciertos guiños de partidos políticos hacia la música que escuchan. De la misma manera, los usuarios de los videojuegos agradecerían, pienso yo, que un partido político comprendiera esta manera de ocio, y que impulsara esta forma de entretenimiento. A veces, la apatía política nace de la falta de identificación del ciudadano medio con los valores de la política del momento, lo cual podría enmendarse si los políticos bucearan más en los valores culturales de su país.
Es cierto, que en ocasiones en estos valores podrían encontrarse matices ideológicos, pero no es su razón de ser. La importancia de la cultura política reside en que permite explicar ciertos comportamientos políticos que la dinámica ideológica por si misma no alcanzaría a comprender. Marx, argüía que la ideología se encontraba relacionada con la posición que los sujetos ocupaban en las relaciones de producción. Tal vez debiera ser así, pero desde esta óptica, en cierta medida determinista, no podría explicarse que los partidos comunistas no gobiernen en todos los Estados del planeta, puesto que la clase de asalariados es mayoritaria. Probablemente esa cuestión podría dar pie, no a otro artículo sino a un libro entero. Pero, en cualquier caso no se debe subestimar el papel de la cultura política en la comprensión de estos aspectos.
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